Pineda de la Sierra 100 habitantes a 1.211 m. de altitud. Se
encuentra en la zona alta del Valle del Arlanzón custodiada por los montes S.
Millán y Mencilla, en la unión del río Arlanzón y el arroyo Barranco Malo. Está
dividida en dos barrios separados por el arroyo Barranco Malo, que deja en la
margen izquierda el Barrio y en la derecha el Ondevilla. La parte más elevada
de este último cuenta con los principales edificios. En su arquitectura serrana
destacan las típicas casonas y la casa rural tradicional con sus chimeneas
cónicas. Las casonas son verdaderos palacios nobles de los siglos XVII y XVIII.
Las construían ricos y grandes ganaderos trashumantes asentados en la villa
para aprovechar sus abundantes pastos. Entre ellas destaca La Casona, hoy
posada, notable edificio perteneciente a la familia de Mª Cruz Ebro.
La riqueza de sus pastos, unida al privilegio concedido por
Sancho IV a sus vecinos en 1287, que les eximía de tributos para 15.000 cabezas
de ganado ovino, así como el alto precio de la lana, fueron causa para que las
familias nobles se asentaran en Pineda. Entre ellas, los Ladrón de Guevara,
Villalobos, Sandoval, Andrade, grandes ganaderos y terratenientes poderosos en
la zona serrana. La villa de Pineda siempre contó con unas 18.000 merinas
trashumantes y 3.000 churras, lo que suponía una gran riqueza en producción
lanera. En el s. XIX decayó la ganadería merina y se ausentó la nobleza. A
pesar de ello, la ganadería estante se mantuvo. A finales del s. XIX y durante
el s. XX siguen con merinas los Ibáñez, los Hernáiz, los Ebro y los Gil de la
Cuesta.
Los precios de la lana cayeron en el s. XX. La ganadería, y el pastoreo
como oficio, se mantuvieron con rebaños propios. Hoy (2009), Adolfo ha
trasmitido a sus hijos la ilusión de la ganadería y mantienen unas 1.000 ovejas
churras. Dicen que las ganancias son pocas para el sacrificio que supone el
oficio de pastor.
A mediados del s. XIX, aún estaba “activa” una fábrica
lavadero de lanas compuesta por una casa grande, con sus oficinas y apartados
para el esquileo con su cocina. “Una casa-lavadero con caldera, tinos, canal y
demás pertenecidos” que nos sitúa en el pasado floreciente de la trashumancia
por la Cañada Segoviana. Estaba instalada junto al arroyo Barranco Malo, cerca
del puente que comunica los dos barrios, donde aún se puede contemplar la casa
grande, próxima al arroyo.
El secado de la lana se efectuaba en el lugar
conocido como “era de la lana”, encima de la Iglesia, en lo alto del pueblo. Al
lado se encontraba el almacén para sacas, conocido como Estiba.
Fuente: el libro rutas de la lana
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