sábado, 31 de enero de 2015

El chotis y el organillo, tradiciones madrileñas


El baile típico de Madrid, el chotis, no nació en esta ciudad. La primera vez que se bailó en Madrid fue en 1850 en una fiesta en el Palacio Real, pero enseguida se madrileñizó haciéndose su ritmo cada vez más lento y adoptando la cadencia de las sílabas que remarcaban los castizos en piezas teatrales como los sainetes.

El origen del chotis se sitúa en Bolonia (República Checa) y, como la polca, la mazurca y la habanera llegó a Madrid a mediados del siglo XIX. De todos, fue el chotis el que más se identificó con las tradiciones de Madrid y su carácter callejero.  Desde entonces se baila en las verbenas populares durante las fiestas de Madrid, como las de San Antonio de la Florida o las de San Cayetano, San Lorenzo y La Paloma, y son sus mejores mentores los madrileños ataviados con el traje típico de chulapo y chulapa.

En los días en que se bailó por primera vez en palacio, al chotis se le llamaba ‘la polca alemana’, pero su nombre original era schottisch, palabra alemana que significa ‘escocés’, y derivó en chotis.

Es un baile sencillo que se hace en pareja. El hombre con una mano sujeta la mano de la mujer y lleva la otra mano metida en el bolsillo del chaleco, o bien la apoya en la cintura de la mujer. Con los dos pies juntos, el hombre va efectuando un giro en redondo apoyándose en las puntas de los pies, mientras la mujer baila a su alrededor. En determinado momento, la pareja da tres pasos hacías atrás y otros tres hacia adelante y luego vuelven a efectuar los giros.
Al principio, el chotis era un baile refinado y ceremonioso que se fue popularizando hasta convertirse en un baile popular. A partir de 1890 se empezó a bailar acompañado de la música de organillo,

instrumento de origen italiano que llegó a España ese año de la mano de Luis Apruzzese, reparador de órganos y pianos, que se estableció en Salamanca y luego en Madrid, donde se casó. Aquí comenzó a fabricar organillos que pronto se extendieron por la Villa y Corte. 
 En 1911 trasladó su taller a la Carrera de San Francisco 7, sobre cuya puerta puede verse un letrero que anuncia ‘Pianos - Organillos 1900’. Tras su muerte, uno de sus hijos, Antonio Apruzzese, compositor y músico, se hizo cargo del negocio de alquiler de organillos.

martes, 27 de enero de 2015

El Oso y el Madroño, Madrid


 El oso del escudo de Madrid en realidad es una osa, según el director del Archivo Histórico de la Villa José María Bernáldez Montalvo. En una petición enviada por el Concejo de Madrid al rey Carlos I, en las Cortes reunidas en Valladolid en1548, para mejorar el escudo de la Villa. Bernáldez decía: "Otrosí, al blasón de este Concejo, que lleva una osa e un madroño en campo blanco, se sirva Vuestra Majestad otorgar que lleve una corona dentro del escudo, o una orla azul con siete estrellas de ocho rayos, en señal del claro y extendido cielo que cubre esta Villa" . En heráldica, las hembras simbolizan la fecundidad y la abundancia.

Sobre el madroño del escudo hay varias versiones. Una dice que este árbol, que no crece espontáneamente en Madrid ni alrededores, se debe a las disputas con la Iglesia por los bosques. Otra, que es una asociación de ideas al tener en común Madrid y madroño la sílaba ‘mad’, una costumbre arraigada en los simbolismos medievales. Otra teoría señala que se consideró un madroño porque sus frutos son rojos, para contrastar con el verde de las hojas.

El Oso y el Madroño es símbolo de Madrid. Una escultura del mismo se encuentra instalada en la Puerta del Sol desde 1967, aunque ha tenido diversas ubicaciones dentro de la misma. Es obra del escultor alicantino Antonio Navarrete Santafé.

lunes, 26 de enero de 2015

Pineda de la Sierra, el Baqueira burgalés

Diez años después de que la estación de esquí Valle del Sol cerrara sus puertas, Pineda sigue sacando partido a la nieve al convertirse en invierno en el mejor sostén económico del pueblo.

 
Pineda de la Sierra lleva décadas unida a un fenómeno meteorológico, el de la nieve. Desde que en los años 70 abriera sus puertas la estación de esquí Valle del Sol, vecinos del pueblo y la comarca han acomodado sus vidas y sus negocios a una forma de vida estacional que ha reportado a la comarca mucha riqueza. Hace una década la estación de esquí cerró sus puertas lastrando los sueños de algunos vecinos y moldeando nuevos negocios relacionados con la temporada invernal, porque en Pineda la nieve aún cae del cielo y tirón no le falta.

Pese a que los telesillas ya no tienen uso alguno y las pistas no están controladas por nadie, cientos de personas aprovechan el temporal para pasar un día de nieve gratis. La mayor parte son vecinos de la capital burgalesa que no dudan en recorrer los 50 kilómetros que separan la urbe de esta población de apenas 95 habitantes. «Los fines de semana de estos meses del año la población se triplica por la nieve», destaca en declaraciones a Ical el alcalde, Santiago Rojo, quien valora una presencia de turistas que recuerda a los tiempos en los que la estación de esquí aún estaba en activo.

«Cuando estaba la estación el pueblo estaba muy bien, eran más de dieciséis personas las que trabajaban en la estación y cientos y cientos los que venían hasta el pueblo. No había nada más que ver cómo estaba la cosa de coches», recuerda el primer edil con un cierto aire de nostalgia.
La falta de nieve y el deseo de los amantes de esquí de buscar otros horizontes más lejanos en los que practicar este deporte de invierno fueron, en parte, los causantes de la decadencia de una pequeña estación que abría sus puertas tres meses al año y era muy querida entre los burgaleses. «Todos los que aprendieron a esquiar hace unos años lo hicieron en Pineda», resalta Rojo.

Lejos de perder la oportunidad tras el cierre de la estación, los vecinos de Pineda de la Sierra han podido mantener sus negocios gracias a que la nieve aún es el principal activo económico del pueblo. Prueba de ello es que en los últimos años se han creado varios alojamientos rurales y se han mantenido los dos restaurantes, lo que contribuye a sostener nuevos empleos. Asimismo, el albergue creado a pie de pista de la vieja estación «se llena» todos los inviernos recibiendo a turistas de distintos puntos del mapa que disfrutan de una estancia en una típica construcción serrana y practicar escalada en un rocódromo anexo al albergue Valle del Sol.

Una larga cola de vehículos al lado de la carretera que conduce desde Pineda de la Sierra hasta la estación de esquí da cuenta del volumen de visitantes que acuden cada fin de semana para disfrutar de una jornada de nieve ‘low cost’. «Venimos aquí porque a los niños les encanta y no hay que pagar. Cogen un trineo y pueden pasarse horas y horas tirándose por la pendiente», declara Teo, vecino de una localidad cercana que ha decidido pasar el día con su familia aquí.

Como Teo son muchos los que conducen hasta la estación arriesgándose a no poder aparcar. «Hemos tenido que venir andando en cuesta durante un kilómetro con los niños porque hay tantas personas que no caben más coches en el parking», precisó una vecina de la capital, que teme que el comedor del restaurante «esté tan lleno» que tengan que volverse al pueblo par comer algo. «No me esperaba tanta gente», añadió.

El albergue Valle del Sol llena sus instalaciones todos los fines de semana de enero y febrero. Los 30 o 40 centímetros de nieve que hay en las pistas de esquí son en parte responsables de la buena marcha del establecimiento hostelero que da trabajo a una decena de personas y permite que los visitantes puedan hacer una parada para almorzar un buen pincho de morcilla o tomarse un café calentito. Toda una ayuda cuando de calentar el cuerpo se trata. Asimismo, el pueblo dispone de dos restaurantes que notan el «lleno» del albergue y hacen caja durante los meses más fríos del año.

Valle del Sol. La estación de esquí Valle del Sol abrió sus puertas en 1975. Tras años de espera, las autoridades inauguraron una pista que se definía en la prensa local como un espacio ‘moderno’ y con el máximo confort ubicada en la Sierra Mencilla, a tres kilómetros del pueblo.

Pequeña pero coqueta, la estación contaba con tres remontes y un albergue de montaña con cafetería, restaurante y una zona de alquiler de esquís y botas, que ahora ha quedado relegada a un trastero con utensilios pasados de moda. Con más de tres décadas, el albergue se mantiene activo con 86 plazas. «Venimos todos los años con los niños y nos quedamos el fin de semana. Primero porque la zona es magnífica para ellos y segundo porque los precios están muy bien», confesó en declaraciones a Ical una de las usuarias del albergue. «Ya no es lo que era, pero nos sigue gustando. Hace años esta zona estaba llena de esquís y los telesillas funcionaban», declaró nostálgica.

Con una cota mínima de 1.500 metros y una máxima de 1.820, la estación burgalesa contaba con 15 kilómetros de superficie esquiable, dos arrastres y un telecuerda. Sus humildes características no fueron impedimento para que centenares de personas pasaran durante los meses de invierno por la conocida como ‘la estación de Pineda’. Un espacio que cerró sus puertas en el año 2002 de forma temporal y definitivamente en el año 2005.

Reabrir la estación. El alcalde de Pineda de la Sierra pretende desde hace años dar forma a un proyecto de reapertura de la estación, otrora en funcionamiento y ahora abandonada. El primer intento lo presentó pocos meses después de que Valle del Sol dejase de funcionar. Fue en 2005 cuando Rojo confirmó ante los medios que el Ayuntamiento trabajaba en un proyecto para revitalizar la estación de esquí. El objetivo en aquel momento era poner en marcha “un parque de nieve” que dinamizara a toda la comarca. Nada se supo de aquello.

«Hemos intentando en dos ocasiones poner la estación en marcha y no ha sido posible. Ahora estamos trabajando en un proyecto definitivo para reabrir la estación y creemos que a la tercera irá la vencida», avanzó Rojo.

Con este objetivo, el Ayuntamiento de Pineda de la Sierra diseña desde hace meses un proyecto que «pronto se presentará a los medios» y que «demandará ayuda de las instituciones públicas», apunta el alcalde. «El parque se cerró porque la empresa vio que no era rentable, pero si queremos mantenerlo o reabrirlo en este caso necesitaremos apoyo por parte de la Diputación y de la Junta», añade Rojo. Por el momento, y hasta que la estación recobre su uso, cientos de personas disfrutan de la nieve como si de un parque de atracciones se tratara. Niños y no tan niños hacen uso de un recurso natural que lleva años ayudando a pequeñas localidades del norte de España. En este caso, los turistas están encantados de que Pineda de la Sierra la nieve no tenga IVA.
Fuente: Diario de Burgos.

Fiestas de la Paloma, la otra patrona de Madrid

La Virgen de la Paloma es, por tradición, la virgen del pueblo, así como la Virgen de la Almudena (patrona de Madrid) fue la virgen de los cortesanos que vivían en Madrid a la vera de los reyes.


La imagen de la Virgen de la Paloma se venera en un lienzo que fue encontrado por unos niños y utilizado como juguete hasta que la tía de uno de ellos, Andrea Isabel Tintero, lo rescató, lo restauró y lo colocó en el portal de su casa hacia el año 1790. Pronto corrió la voz de que se le atribuían milagros a esta imagen y las madres comenzaron a llevar a sus hijos recién nacidos para ponerlos bajo la protección de la Virgen. La reina María Luisa de Parma, madre de Fernando VII, recurrió a la veneración de esta imagen para curar el escorbuto a uno de sus hijos.
 
Cada año, a las ocho de la tarde del día 15 de agosto, tras la misa, sale la procesión de la Virgen de la Paloma, desde la iglesia de la Paloma (parroquia de San Pedro el Real), en la calle Paloma. Se dirige a la Gran Vía de San Francisco, sube por la calle Toledo hasta la plaza de la Cebada y regresa por otras calles cercanas como la de Calatrava.
La Virgen de la Paloma es la patrona de los bomberos de Madrid, que encabezan la procesión y son los encargados de bajar, y más tarde subir, el cuadro de la virgen del retablo donde se aloja. Cientos de madrileños asisten al descenso del cuadro, entre vítores a la virgen y a los bomberos.
Estas fiestas se celebran tras las de san Cayetano (7 de agosto) y las de San Lorenzo (10 de agosto), desplazándose las verbenas entre los vecinos barrios de La Latina y Lavapiés. Primero en la plaza de Cascorro, Ribera de Curtidores y aledaños, luego la plaza de Lavapiés y Calle Argumosa, y después, con La Paloma, desde Las Vistillas (calle Bailén) a la calle Toledo y calles adyacentes, hasta la plaza de la Cebada y alrededores.
En estas celebraciones tan castizas son muchos los madrileños y madrileñas que lucen sus trajes de chulapo y chulapa y también pueden verse trajes goyescos. Son tradicionales los campeonatos de petanca, ajedrez, rana y mus, los concursos de chotis, pasodobles y mantones y la elección de chulapas y chulapos. Es típico también beber sangría y limonada acompañando sardinas asadas, patatas bravas y berenjenas embuchadas, entre otros productos.

A pesar de su tradición mariana, el barrio de Lavapiés, donde se celebra la festividad de La Paloma, tiene raíces hebraicas. A finales del siglo XVI, por este barrio pasaba el límite meridional de la Villa. Allí vivían los conversos tras la Reconquista. Manuel era el nombre obligado que debían darle a sus primogénitos, de ahí el popular nombre de ‘manolos’ a los habitantes del barrio. En el siglo XVIII, el vocablo chaul (muchacho en hebreo) se transformaría en chulo, lo que derivó en chulapo y chulapa.
La verbena de la Paloma (1894) es el título a una de las zarzuelas más arraigadas en la cultura popular madrileña. Se debe a Ricardo de la Vega (libreto) y Tomás Bretón (música).


domingo, 25 de enero de 2015

El rinoceronte de la calle de la Abada


Cuenta la tradición que la madrileña calle de la abada recibe su nombre por un suceso ocurrido en el lugar en el siglo XVI. Fue durante el reinado de Felipe II cuando unos feriantes portugueses llegaron a Madrid con una abada o rinoceronte, un animal desconocido en Europa, para exhibirlo al público. Montaron su campamento en las eras del priorato de San Martín, en un terreno hoy delimitado por la calle Preciados, la Gran Vía y la plaza del Carmen. Los madrileños acudían en multitud al lugar y pagaban dos maravedíes por entrar en la barraca o tienda y contemplar al fabuloso animal, al que acosaban con gritos y silbidos mientras los portugueses tocaban tambores y dulzainas. 

El hijo de un hornero se familiarizó con el rinoceronte y le daba de comer trozos de pan. Un día el muchacho tuvo la mala idea de dar al animal un trozo de pan ardiendo, o una brasa del horno, o ambas cosas juntas, y el animal se lo tragó. Enloquecido, se lanzó sobre el muchacho y le atrapó entre sus fauces hasta matarlo, sin que los portugueses pudieran evitarlo.

En cuanto el prior de San Martín, fray Pedro de Guevara, supo lo ocurrido expulsó de sus tierras a los portugueses. Fuera por las prisas de la marcha o por la conmoción que la desgraciada muerte del muchacho les produjo, a los portugueses se les escapó el rinoceronte, y en Madrid cundió la alarma. Quevedo escribió que al anochecer algunos alertaron de una figura amenazadora en el postigo de San Martín (puerta ubicada donde la plaza del Callao) y que salieron los cuadrilleros con picas a cazar a la fiera, pero fue una falsa alarma al comprobarse que se trataba de un carro cargado de paja. Otros contaron cómo un perro que veía corriendo hizo que muchos vecinos huyeran despavoridos al confundirlo con la abada. Según la leyenda el animal ocasionó en su huida hasta 20 muertes. Por fin, el rinoceronte fue atrapado cerca de la era de Vicálvaro por los mismos portugueses, ayudados por la Santa Hermandad, un cuerpo armado que puede considerarse antecedente de la Policía.

En el paraje de San Martín se instaló una cruz de madera en recuerdo de la muerte del muchacho en las fauces de la abada. Años después, cuando el priorato de San Martín vendió aquellas eras y se construyeron casas en el lugar, se formó allí la calle de la Abada.

F:cosasdelosmadriles.

sábado, 24 de enero de 2015

La casa de las Siete Chimeneas, leyenda de una dama


La leyenda de una dama
La zona que hoy ocupan la calle Infantas, la plaza del Rey o la calle Colmenares eran, en tiempos de Felipe II, campos a las afueras de la Villa, con escasos edificios. En estos terrenos, conocidos como ‘baldíos de Barquillo’, había allí una casa magnífica, hoy con servicios del Ministerio de Cultura, en la que vivía una hermosa mujer protegida del rey. En el tejado de este edificio pueden verse siete chimeneas muy juntas unas de otras y en hilera que servían como respiraderos de las estancias de la casa, por ello era conocida como ‘la casa de las siete chimeneas’.
Decían los rumores de la época que todas las noches un caballero muy vinculado a la corte acudía a esta casa, lo que dio pie a todo tipo de habladurías que apuntaban al rey como protagonista de estas aventuras nocturnas. Enterado de ello, el monarca quiso atajar estas insinuaciones y concertó una boda entre la dama y un oficial de la Armada, el capitán Zapata, hijo de una noble familia madrileña. 
La casa, de dos plantas con balcones en la superior. Es de estilo herreriano, alternando piedras y ladrillo.
 El enlace tuvo lugar en el convento de San Martín y el propio rey fue el padrino y regaló a la novia siete arras de oro que representaban los siete pecados capitales, que advertían a la joven esposa del peligro de caer en ellos. Unos meses después, el capitán tuvo que marchar a la guerra de Flandes, donde a los pocos días murió en una batalla.
Desde ese momento, la viuda llevaba una vida discreta y solitaria, por eso unos meses después nadie pudo comprender que apareciera asesinada en su propia cama. Nunca se supo quién o quiénes perpetraron el crimen.

La superstición hizo que la gran mansión permaneciera deshabitada durante muchos años, envuelta en una leyenda que aseguraba que por las noches, cuando el toque de ánimas (breve toque de campanas al ponerse el sol), sobre el tejado aparecía una misteriosa mujer, vestida de blanco y con una antorcha en la mano, deambulando entre las siete chimeneas y mirando hacia el alcázar.

Edificio el siglo XVI
La Casa de las Siete Chimeneas fue una de las primeras casas que se construyeron en el siglo XVI en el extrarradio de Madrid. Construida por un montero de Felipe II para una hija suya, quedaba a espaldas del convento del Carmen, que tenía fachada en la calle Alcalá.

Olvidada la leyenda, la casa se convirtió durante mucho tiempo en residencia de embajadores, en ella se alojó también durante seis meses Carlos Estuardo, príncipe de Gales, cuando llegó a Madrid en 1623 para pedir, sin éxito, la mano de la infanta María de Austria, hermana menor de Felipe IV. En 1766 fue palacio del marqués de Esquilache, valido de Carlos III. Ese mismo año, la mansión fue asaltada por madrileños amotinados contra el ministro por la prohibición de usar capa larga y chambergo (tipo de sombrero de la época). El ministro salvó la vida por no encontrarse en casa, pero el rey le apartó del Gobierno.
A finales del siglo XIX se realizaron importantes reformas en esta mansión para transformarla en sede del Banco de Castilla. Durante los trabajos en el sótano fue hallado enterrado un esqueleto de mujer y unas monedas del reinado de Felipe II. Este descubrimiento estimuló de nuevo la leyenda de la dama de la Casa de las Siete Chimeneas. En 1960, durante unas obras en esta casona para el Banco Urquijo, que la había adquirido, se halló emparedado el esqueleto de un hombre.
cosasdelosmadriles.


martes, 20 de enero de 2015

¿Quieres a tu perro?



Entonces nunca compartas alguno de estos 7 alimentos con él

Es muy común que le demos al perro las sobras del almuerzo o que, cuando nadie está mirando, compartamos un poco del snack que estamos disfrutando. Puede ser que tu can esté feliz al principio, pero puedes estar dañándole. ¿Sabías que muchos alimentos humanas son tóxicas para los perros? Si quieres ser un dueño responsable de mascotas, nunca le des ninguno de los siguientes alimentos a tu perro.

7. Palta o aguacate
Una ensalada con palta o aguacate puede ser deliciosa para nosotros, pero si se lo das a tu perro: prácticamente lo estás envenenando. La palta contiene un elemento llamado persin, que es tóxico para los perros, provocando vomito y diarrea. En los humanos no tiene efectos negativos.
6. Lácteos
Queso, yogur o leche. Estos alimentos que creemos muy sanos, causan indigestión en los perros, ya que los canes son intolerantes a la lactosa. Los cachorros solo pueden beber leche que les da su madre, no intentes suplementar con leche de vaca, la indigestión en cachorritos puede ser grave.
5. Nueces de macadamia
Este fruto seco es un nutritivo snack, pero en perros se transforma en veneno, tan solo 2,2 gramos ya les dañan fuertemente. Si bien no se sabe porqué, se recomienda esconderlas de tu perro y si llegan a consumirlas mirarlo buscando señales de intoxicación, las que indican que debes llevarle al veterinario de urgencia.
4. Uvas o pasas
Estos exquisitos frutos pueden dañar los riñones de tu perro, ya que les resultan tóxicos.
Asimismo, al tragar una uva entera, tu perro puede atragantarse.
3. Chocolate
Nuestro alimento favorito puede resultar atractivo para los perros, pero si eres responsable, nunca le des chocolate a tu perro. El chocolate posee teobromina, un elemento tóxico para los perros, que les puede provocar desde vomito a convulsiones, incluso la muerte
2. Sal
No sé si a alguien se le pasaría por la cabeza darle sal pura a un perro, pero hasta los alimentos con bastante sal, como por ejemplo papas fritas, son extremadamente peligrosos para su salud. La sal hace que los perros se deshidraten, sufran de indigestión, daños en órganos y si la comen con frecuencia, la muerte.
1. Ajo
Si te gustan las comidas condimentadas con ajo, no se te ocurra compartir los restos con tu perro, ya que provoca daño en los sus glóbulos rojos, lo que puede llevar a trastornos graves.

Lo mejor es alimentar a tu perro con comida formulada especialmente para ellos y, guardar los restos de la cena para calentarlos al otro día, tu perro te lo agradecerá, aunque se note y, como buen amo, lo estarás cuidando.


lunes, 19 de enero de 2015

Frases geniales de Nikola Tesla



Descrito por muchos como "el genio que iluminó el mundo", Nikola Tesla (10 de julio de 1856 - 7 de enero de 1943) fue un inventor prolífico y un visionario creador de las transmisiones que dieron lugar a la radio, las bobinas para el generador eléctrico de corriente alterna, el control remoto, el motor eléctrico de inducción... Incluso se ha sugerido que trabajaba con rayos X antes de su descubrimiento oficial por Roentgen. Sus patentes suman más de 700. Estas son algunas de sus mejores frases.

"Tal vez sea mejor en este mundo nuestro del presente que una idea revolucionaria o un invento, en lugar de ser ayudado y aplaudido, sea obstaculizado y maltratado en su adolescencia".

"Nuestras virtudes y nuestros defectos son inseparables, como la fuerza y la materia. Cuando se separan, el hombre deja de existir".

"El desarrollo del hombre depende fundamentalmente de la invención. Es el producto más importante de su cerebro creativo".

"La comprensión mutua sería enormemente facilitada por el uso de una lengua universal".

"He invertido todo mi dinero en experimentos para realizar nuevos descubrimientos que permitan a la humanidad llevar una vida un poco más fácil".

"No hay emoción más intensa para un inventor que ver una de sus creaciones funcionando".

"El científico no busca un resultado inmediato. No espera que sus ideas avanzadas sean fácilmente aceptadas. Su deber es sentar las bases para los que vendrán, señalar el camino".

"Un instrumento barato, no más grande que un reloj, permitirá a su portador escuchar en cualquier lado, en el mar o en tierra, música o canciones, o un discurso de un líder político, dictado en cualquier otro sitio, distante. Del mismo modo, cualquier dibujo o impresión podrá ser transferida de un lugar a otro".




viernes, 9 de enero de 2015

El ciclo solar en el que nacemos determina nuestra esperanza de vida


Un estudio científico, llevado a cabo por un equipo de expertos de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, ha determinado que nacer en un momento de baja actividad solar equivale a mayores probabilidades de vivir más años (hasta cinco años más de media); por contra, nacer en un ciclo solar de alta actividad reduce nuestra esperanza de vida. El estudio ha sido publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B.

La investigación se basó en los datos demográficos de personas nacidas entre 1676 y 1878 comparándolos con las observaciones realizadas durante esos años a nuestro Sol. Los resultados revelaron que las personas que habían nacido en los ciclos de máximo solar, caracterizados por llamaradas de gran alcance y tormentas geomagnéticas tenían una esperanza de vida de 5,2 años menos que los nacidos en un periodo de mínimo solar.

Los máximos solares, marcados por un aumento de las eyecciones de masa coronal, manchas solares y erupciones, están vinculados a los niveles de radiación ultravioleta por radiación. Así, este estrés ambiental puede afectar a la supervivencia y al rendimiento reproductivo. Se trata de la primera vez que queda demostrado que “no sólo la supervivencia infantil y por lo tanto la vida útil, sino también la fertilidad, se asocia a la actividad solar al nacer”, explican los autores.

Esta asociación entre el ciclo solar y el momento del nacimiento era aún más palpable en las féminas que en los varones: “la exposición materna a la actividad solar durante la gestación puede afectar a la condición física de las niñas. El efecto de la situación socio-económica sobre la relación entre la actividad solar y la fertilidad sugieren que las mujeres embarazadas de alto estatus fueron capaces de evitar en mayor medida los efectos adversos de alta actividad solar, posiblemente por permanecer fuera del Sol o por una dieta más saludable”, aclaran.
Muy interesante.

miércoles, 7 de enero de 2015

Historia de Gamonal


«Al menos llegó el agua, lo que más falta nos hacía...»

 Agua corriente en casa. La historia con minúsculas, la sentida de verdad, se escribe con esos pequeños detalles que dejan un recuerdo imborrable en la memoria de quienes los vivieron. Con la unión del pueblo de Gamonal de Río Pico y la ciudad de Burgos, de la que estos días celebramos el 60 aniversario, desaparecieron los mozos acarreando cubos en cuadradillos desde la fuente del pueblo viejo, helada como una piedra todos los inviernos; se puso fin a los pozos ciegos y las visitas a las cuadras; se terminaron aquellos paseos felices por lo que hoy es Eladio Perlado camino al Arlanzón para lavar la ropa en sus orillas...
El 1 de enero de 1955, mientras tañían las campanas de la Real y Antigua, el alcalde capitalino Florentino Díaz Reig y sus concejales saludaban exultantes a los 2.400 vecinos del nuevo barrio y se preparaba la paellada popular, todo empezó a cambiar para este pueblo que, en el fondo, nunca añoró la anexión con la gran capital y al que, se lamentan hoy los que saben lo que cuesta un vaso de agua, nunca se le ha tratado como se prometió...
El Gamonal de 1955 era, como se le denominó prepotentemente desde la Plaza Mayor, un «islote» perdido en la incipiente modernidad que empezaba a vivir España. Ese aislamiento, defendido mayoritariamente por sus habitantes y fortificado en los privilegios a perpetuidad sobre el suelo otorgados por el Monasterio de San Juan de Ortega en el siglo XVII a los 14 vecinos más antiguos (el Censo de los Catorce), fue utilizado durante años por los políticos de la capital y el régimen franquista (en la persona de
régimen franquista (en la persona de los gobernadores Alejandro Rodríguez de Valcárcel y Posada Cacho, entre otros) para intentar atraer con desigual suerte al que hoy es el barrio más populoso de la ciudad (más de 70.000 habitantes)y donde, además, se ubicaba el aeródromo militar y una incipiente industria seducida por unos tributos más laxos.
Uno de aquellos vecinos, José Antonio Saiz Perea, recuerda con indignación cómo la tubería de abastecimiento pasaba a escasos metros de sus casas en dirección al cuartel de Intendencia (frente a los terrenos donde se instalaría Firestone), pero el Ayuntamiento se negó en corto a abrir un ramal mientras no se firmase la anexión. Otro, también avanzado en años, aún lamenta cómo los todopoderosos gobernadores civiles franquistas («y el cura que me bautizó», añade Irineo) hicieron y deshicieron para quitar de en medio al alcalde más reacio a la unión.

En carro a Burgos. En verdad, pese a lo que dijesen alcaldes, gobernadores y curas, no les que quedaba otra alternativa que ser Burgos, lo firmase Franco o no. El desarrollo mandaba...
El Gamonal de entonces, en el que el río Pico fluía por donde hoy se ubica la modernista Casa de la Cultura, ocupaba una superficie de apenas 2,3 kilómetros cuadrados, aunque las propiedades de sus vecinos se extendían mucho más allá del espacio delimitado por los dos fielatos (uno ubicado en el cuartel de Intendencia y otro en la actual gasolinera de la glorieta de Logroño), donde se cobraban los arbitrios por el paso de mercancías.
Honorato Rupelo, el hijo del panadero, apunta que en la Casa Consistorial había taberna y carnicería y que el pueblo disponía de martillo pilón para fundir piezas, pellejería, varias lecherías y cochinerías, talleres de chapa y numerosos bares, como el de la familia de Gloria Burgos.
Pilar Blasco, la hija del barbero, recuerda como si fuesen hoy las tardes con sus amigas mientras trillaban en las eras, donde poco tiempo después se levantaría el dominó de la barriada de la Inmaculada. María Antonia Alonso trae a la conversación los días en el entorno de Casa la Vega, «donde comíamos las algarrobas», un rincón transformado hoy en el nuevo Gamonal. Varios años antes, en el 36, Benita de la Fuente acudía a este mismo lugar con su familia a esconderse en los refugios excavados bajo la tierra para protegerse de los ataques aéreos...   

El patio trasero. En la escuela se formaba a los chavales con el objetivo de que a los 14 años empezasen a trabajar en Campofrío o la Loste y contribuyesen al sustento de la familia. A los más sobresalientes se les enviaba a la universidad laboral o a los conventos.
El padre de María Antonia Alonso trabajaba en la harinera de la capital, a donde se desplazaba a diario en un coche tirado por caballos que hacía el recorrido de la N-1 hasta la Academia de Ingenieros. Sí, la calle de Vitoria, vacía entonces, pero que en apenas una década después se convertiría en la arteria principal de la ciudad del Polo de Desarrollo Industrial, que atrajo a miles y miles de familias obreras al nuevo barrio, que poco a poco fue perdiendo su pueblo original... Este olvido es visible hoy alrededor de la vieja fuente y también muy doloroso para sus vecinos, que se sienten «engañados» por los munícipes de las últimas seis décadas.
Aquella urbanización desaforada y desordenada de viviendas, recuerda Luis Ortega (el joven que se limpiaba sus botas saltando en los charcos junto al río Pico) destrozó el pueblo, pisoteó sus huertas y levantó frente a las casas gigantescos muros de bloques de viviendas de diez alturas. «Quién no se iba a marchar de allí...».
Gamonal, sienten sus más mayores, siguió esperando las promesas capitalinas y fue tratado como una especie de patio trasero de la ciudad industrial, un escalón más abajo en el que tropiezan muchos prejuicios entre los vecinos del barrio y del centro, aunque el verdadero centro de la ciudad es ya el barrio. «Hace 60 años -nos resume Luis Ortega y confirma Carmen- vivíamos aquí como en una familia; los inviernos eran muy duros y  si hacía falta nos ayudábamos, y siempre con buena predisposición... Era muy bonito».
La señora Bene cumplió el domingo 85 años muy bien llevados. Tenía 25 cuando el alcalde Díaz Reig y el gobernador Posada Cacho le daban a la paella para celebrar la anexión. La suya fue la última boda en aquel Gamonal independiente, en el altar de la Real y Antigua, donde también se casaron sus 4 hijos... La vida sigue.


 Fuente: Diario de burgos.