viernes, 21 de febrero de 2020

El gran embuste de la tónica: ni es digestiva ni tiene beneficios para tu salud






Pese a que muchas personas toman este refresco para facilitar la digestión, no existe ninguna evidencia de que tenga efecto terapéutico alguno.

La tónica es un refresco azucarado al que se le han atribuido propiedades digestivas desde hace mucho tiempo. De hecho, son muchas las personas que acuden a este brebaje amargo y burbujeante tras una comida copiosa con la ingenua esperanza de aliviar el buche. Confían en que su ingesta facilite el tránsito intestinal y consiga eliminar la desagradable sensación de hinchazón que han provocado las cinco cervezas, las patatas asadas con chorizo y el chuletón de cordero que se acaban de meter entre pecho y espalda.

En realidad, se trata de un mito. La tónica, tal y como se comercializa en la actualidad, no es más que —digámoslo claro— un refresco azucarado como pueden ser la Fanta o la Coca Cola, con todos los perjuicios que estos tienen para la salud y sin propiedades terapéuticas. "El agua tónica es una bebida que, aunque es muy consumida en todo el mundo, realmente no tiene nada en su composición que sostenga su fama de refresco que facilita la digestión", confirma la farmacéutica y nutricionista María José Cachafeiro, autora del blog de divulgación La Botica de Teté.

El origen de esta falsa creencia se remonta al siglo XIX, cuando el inglés William Cunnington descubrió una bebida con propiedades digestivas que tomaban en la India y que contenía extractos de quinina. La quinina es una sustancia que se extrae de la corteza de un árbol conocido como quino y que se utilizó en el tratamiento de la malaria. Cunnington, tras su viaje a India, elaboró una bebida con agua carbonatada y extractos de quinina para tratar a los soldados ingleses de las colonias. Posteriormente, su uso se extendió por todo el mundo gracias a su peculiar sabor amargo.

"Este mito se basa en la posible dilatación de los vasos sanguíneos que podría producir la quinina que contiene, pero no existe evidencia científica sólida que sostenga tal afirmación", asegura Cachafeiro. Es más, la cantidad de quinina que contiene la tónica que podemos encontrar en el supermercado es anecdótica y se utiliza como mero potenciador. "Existen en el mercado diferentes tónicas o aguas tónicas y no todas contienen la misma cantidad de quinina”, añade.

Sin evidencia científica:

La quinina es una sustancia que, además, en grandes dosis, puede ser perjudicial para la salud. De ahí que organismos como la FDA (siglas en inglés de la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos) limitaran su concentración en los refrescos. Tal y como recuerda Cachafeiro, en 2015 investigadores de la Universidad de La Laguna analizaron la cantidad de esta sustancia presente en distintas bebidas que podemos comprar en los supermercados españoles. El objetivo era conocer si su concentración se encontraba por encima de los límites permitidos. Y no, no lo es.

"La cantidad de quinina ingerida por una persona al consumir una lata de tónica de 330 mililitros sería de 21,35 miligramos, siendo necesario más de 1 gramo/día para que la dosis tenga efectos adversos", se puede leer en el trabajo. Ahora, el hecho de que los niveles de quinina sean tan bajos trae aparejado también que la tónica, como ya hemos señalado, no tenga ningún efecto terapéutico sobre nuestro organismo. "El hecho de que un refresco contenga poco más de 20 miligramos de quinina hace que el posible efecto terapéutico sea mínimo", confirma Cachafeiro. 

Lo que sí contiene en abundancia una lata de, por ejemplo, tónica Schweppes es azúcar. En concreto, más de 27 gramos en 330 mililitros. Casi siete terrones. Es decir, tomando un solo refresco ya estaríamos superando el límite máximo de consumo de azúcares libres establecido por la OMS (25 gramos para un adulto que ingiera unas 2000 kilocalorías diarias). Además, tal y como señala la farmacéutica, uno de los problemas de la tónica es que su sabor amargo hace que tengamos la sensación de no estar tomando azúcar, "o al menos en la cantidad que tienen otros refrescos". 

¿Puede dificultar semejante cantidad de azúcar la digestión? En teoría, no, pero sí que va a provocar "una subida de glucosa en sangre, que se sumará a la que obtengamos del resto de alimentos, y que hará que nuestro metabolismo tenga que realizar un trabajo extra". De esta forma, según la especialista, lo mejor para tener una buena digestión es no realizar ninguna comida copiosa. Pero si se realiza, lo mejor es dar después un paseo o realizar una caminata ligera, de tal manera que se favorezca la motilidad intestinal y se ayude a reducir los niveles de glucosa en sangre.

Por último, Cachafeiro apunta que la tónica es un refresco que debería consumirse de forma ocasional, y en ningún caso "pensando en sus supuestos efectos saludables". Si optamos por las versiones light, mejor, ya que contienen menos azúcar. "Para el día a día, mi recomendación no puede ser otra que beber agua", finaliza. 

Fuente: el  español





martes, 4 de febrero de 2020

¿CÓMO CONVERTIR CUALQUIER VEHÍCULO EN UNO INTELIGENTE?




A medida que los vehículos autónomos comienzan a circular por carreteras y áreas urbanas, demuestran no solo una reducción en la siniestralidad, sino también un descenso en los atascos y en la contaminación. Pero es un avance muy lento que depende de la fabricación y venta de estos vehículos. Y del reemplazo de la generación “no conectada”. ¿Cómo es posible acelerar este proceso? Con iniciativas que combinen lo público y lo privado. Un ejemplo es el proyecto Autonomous Ready, en el que la ciudad de Barcelona y la DGT, junto a la empresa Mobileye (parte de Intel) han dotado a flotas de vehículos de pasajeros con cámaras inteligentes. En total se trata de 400 vehículos pertenecientes a 12 flotas locales equipados con el sistema Mobileye 8 Connect.

Básicamente este consiste en una cámara conectada a la Nube que registra la velocidad y la proximidad del vehículo y de otros que lo rodean, las condiciones meteorológicas, la presencia de peatones y ciclistas, el estado y la ubicación (y correcta visualización) de señales de tráfico y sube toda esta información a un servidor. Debido a que se trata básicamente de algoritmos (los peatones tienen el suyo, al igual que ciclistas y señales) y no de imágenes, la cantidad de datos no ocupa un gran espacio y siempre es anónima, es decir, se detecta un vehículo, no su marca o su color y lo mismo con peatones. Esto hace que todo el sistema funcione en tiempo real y con una precisión de unos 5 centímetros, mucho más exacta que un GPS.

La información obtenida está creando una base de datos que es analizada mediante inteligencia artificial (IA). “Los objetivos – nos explica Gil Ayalon, director para Europa de Mobileye –, son numerosos. En primera instancia la ciudad obtiene importante información urbana sobre sus calles y avenidas: el estado de las mismas, la ausencia o mal estado de señales y los puntos más peligrosos, tanto para vehículos como para peatones. También puede detectar las horas y zonas más conflictivas en lo que a tránsito respecta y determinar los tiempos de semáforos por ejemplo, adaptándolos a horas punta. Todo esto permite conocer lo que podríamos llamar el perfil de riesgo de la ciudad y que los responsables tomen las medidas para que peatones y vehículos existan de manera más segura”.

Casi tres meses después de su implantación y cartografiados más de 45.000 kilómetros diarios en la ciudad condal, han llegado los primeros resultados. Gracias a las alertas de proximidad (que miden velocidad y proximidad de los vehículos cercanos), se han evitado 668 colisiones, detectado decenas de señales en mal estado e identificado los puntos claves en los atascos y accidentes en los que estuvieron involucrados peatones. Por su parte, las flotas que llevaban las cámaras han reducido sus accidentes, el consumo de combustible gracias a una conducción más segura y acelerado los tiempos de recorrido al mismo tiempo.

Todo esto es un paso previo a la normativa de la UE que comenzará a estar vigente a partir de 2022 y que hará obligatorio el uso de tecnología avanzada de ayuda a la conducción (advanced driver-assistance systems o ADAS). Por ello las previsiones indican que en 2020 se duplicará el número de vehículos equipados con sistemas Mobileye y tres años más tarde se multiplicará por cinco. Este incremento sin duda también tendrá un impacto en las políticas de reducir la contaminación urbana, ya que aprender a conducir de forma más segura, con menos golpes de freno y acelerador, emite menos CO2. Y, finalmente, la opción que podríamos bautizar como gamificación. Para flotas de vehículos, premiar la buena conducción y tener herramientas para evaluar los defectos entre sus empleados, puede resultar un incentivo.

La pregunta es si este tipo de tecnología se convertirá, en breve, en algo obligatorio también para vehículos privados.
Fuente: Quo