domingo, 31 de mayo de 2020

El Puente de la Culebra





Si tuviésemos que enumerar los puentes más laureados de Madrid muchos coincidiríamos al citar el de Segovia, el de Toledo, incluso el modernísimo de Perrault. En un plano mucho más íntimo se mueve el que posiblemente sea el puente más curioso de toda la villa. Os aviso que dar con él no es fácil puesto que se encuentra dentro de la Casa de Campo. Aunque quizás, a los que son habituales de esta enorme extensión, ya sea en bici o caminando, sí que les resulte familiar el conocido como puente de la Culebra.
Son los vecinos del barrio de Campamento quienes tienen más a mano este recóndito secreto que se localiza en el extremo suroccidental de la Casa de Campo, en la zona denominada El Zarzón. Si transitamos por el Anillo Verde Ciclista tarde o temprano hará acto de presencia el arroyo de Meaques, afluente del río Manzanares y el curso de agua más relevante de cuantos surcan las tierras de este pulmón madrileño. Entre sombras, salvando la grieta que abre su curso, nos encontraremos con este singular puente de piedra con más de 230 años de historia y vida.

Fue el monarca Carlos III quien le ordenó a Francesco Sabatini que construyese cinco pasos elevados que fuesen salvando las incursiones acuíferas de este arroyo por el Real Sitio de la Casa de Campo. El autor de la Puerta de Alcalá se puso manos a la obra con este proyecto en 1780 y dos años más tarde, en 1782, el puente de la Culebra era una realidad. Lo más llamativo de este elemento es su nombre y su cuerpo ondulante. Ambos aspectos van de la mano puesto que el trazado del puente nos recuerda al de un reptil, al de una culebra. De ahí que, a pesar de ser llamado originalmente como «puente Estrecho», muy pronto pasó a ser bautizado como puente de la Culebra.

Su caprichosa forma no es algo casual ya que el monarca le pidió a Sabatini que se las idease para construir un puente estético y bonito y que, a la vez, impidiese el acceso de los carruajes. El italiano se las ingenió para cumplir con las exigencias del rey. Este puente, se ve amplio y elegante, pero sus formas curvas limitan su acceso dejando solo algo más de 1,80 metro de anchura a su paso. Mide algo más de 30 metros de largo y tiene una base de ladrillo, mientras que su parte superior es de granito. Otro elemento notable son los pináculos que lo adornan, por desgracia varios de ellos no son los originales sino que hubo que reponerlos ya que, hace poquitos años, fueron gravemente dañados en un acto vandálico.

Este tranquilo puente conforma una de las postales más bellas de cuantas asoman en la Casa de Campo. Estamos hablando de una competencia formada por más de 1700 hectáreas pero es cierto que, gracias al estanque que el Meaques forma entre sus cuatro ojos, la escena parece sacada de un cuento. No es ni el más grande, ni el más conocido, ni el más espectacular, pero el puente de la Culebra tiene credenciales suficientes como para obligarnos a hacer una visita a esta poco transitada área de la Casa de Campo. Allí, envuelto en una discreción absoluta, nos espera este secreto del siglo xviii. Su serpenteante trazo es un perfecto guiño ante el que pocos podrán mirar indiferentes.

Fuente: Secretos de Madrid

sábado, 23 de mayo de 2020

Un autómata de Leyenda (El Papamoscas)





El Papamoscas, grotesca figura casi tan famosa como el templo que es su morada, está rodeado de un halo misterioso desde su propio origen, que podría datar del año 1519, cuando se tiene la primera noticia de él

El rey doliente. Pero hay más leyendas vinculadas al Papamoscas. Una de las más famosas hace referencia a Enrique El Doliente. Ésta dice que el monarca solía ir a rezar todos los días al templo burgalés; una mañana, vio a una hermosa joven hacer lo propio. Quedó prendado de ella, hasta el punto de que, ese día y los sucesivos, la siguió a distancia y en silencio hasta su casa. Por fin, en una de esas jornadas, ella dejó caer su pañuelo al paso del rey, quien le entregó en silencio y ceremoniosamente el suyo. Antes de verla desaparecer, escuchó de su boca un doloroso lamento que el monarca no supo interpretar. Para su desolación, no volvió a verla. La buscó por todos los rincones de la Catedral, en vano. Un día, resuelto a hablar con ella, se acercó hasta su casa, que halló desventrada. Un vecino que pasaba por allí informó de que en aquel lugar no moraba nadie; que lo había hecho una familia, pero que había perecido años atrás por la peste negra. Aquel día, el rey ordenó al relojero del templo que construyera una figura que exhalara un lamento similar al que escuchó de aquella fantasmal amada.

El Papamoscas forma parte de la memoria colectiva de los burgaleses. Un espléndido semanario llevó ese nombre en la cabecera. Y son muchas las coplillas populares que lo citan. Quédense con ésta: Hay cosas en Burgos/Dignas de admirar/ Que envidia la Corte/ Y el mismo Escorial./ Lo más renombrado/ De nuestra ciudad/ Es el Papamoscas De la Catedral./ Si bajas a Burgos/ No dejes de ir,/ Que yo te aseguro/ Que te has de reír;/ Es un hombre viejo/ Que está en un rincón/ Y que abre la boca/ Cuando da el reloj:/ Si entras por la puerta/ Puerta principal,/ Enfrente la pila/ Te lo encontrarás./ No es el Papamoscas/ Quien arriba está/, Sino el que mirando/ Se suele embobar...


sábado, 9 de mayo de 2020

PINEDA DE LA SIERRA (Burgos)


Sus Historias:
Al este de la ciudad y la provincia, en el precioso valle que forman el pico San Millán por el norte y la Sierra de Mencilla por el sur, a 1211 m de altura, a orillas del recién nacido río Arlanzón, en terreno desigual, está situado PINEDA DE LA SIERRA, a 48 km de Burgos, al que se llega por una sinuosa carretera, que, partiendo de la que lleva de Burgos a Pradoluengo, va bordeando los pantanos y va buscando por el puerto del Manquillo la que une Salas de los Infantes con Nájera, en La Rioja, pasado Riocavado de la Sierra.
 Lo rodean a considerables distancias Villamiel de la Sierra, Tinieblas e Iglesiapinta al otro lado del Mencilla; Riocavado de la Sierra al otro lado del Manquillo; el límite con la provincia de La Rioja al otro lado del macizo de San Millán; Santa Cruz del Valle Urbión, Valmala y Alarcia tras los montes y Urrez.
 Ya encontramos su nombre escrito el 23 mayo de 932, como «Pineta” en la documentación del monasterio de San Pedro de Cardeña. A principios del siglo XI el conde don Sancho le concede fueros, que son confirmados más tarde por Alfonso VII y Sancho IV. En 1287 consigue el privilegio de la exención de impuestos para la trashumancia de 15.000 cabezas de ganado por toda Castilla. En el año 1752 sus pobladores declararon que pertenecían únicamente al rey, al que pagaban tributos, es decir, era lugar de realengo, en las respuestas generales del Catastro del Marqués de la Ensenada. En el año 1848 habitaban en lugar 228 personas, según consta en el Diccionario geográfico de Pascual Madoz.
 La segunda mitad del siglo XIX, como a la inmensa mayoría de los pueblos de la provincia, le fue favorable poblacionalmente llegando a alcanzar 598 habitantes en el año 1900. La dura primera mitad del siglo XX le hizo descender hasta 310 personas en el año 1900. Y no se ha visto libre de los efectos de la inexorable emigración de la segunda mitad del siglo, que le han hecho llegar al año 2000 con tan sólo 90 habitantes.


 Sus habitantes celebran su fe en una hermosa iglesia dedicada a San Esteban, protomártir, de planta románica. Es de una sola nave de 200 m² y ocho de altura.
Su interior, a excepción del ábside, es renacentista, con arcos y bóvedas de piedra, cubierta de madera y cabecera románica de finales del siglo XII, de discípulos del primer artista de Silos. El ábside es románico con dos ventanales cegados, columnas y canes con figuras. La portada es románica, con cinco arquivoltas lisas, capiteles con motivos de hojas y bichas y dos figuras laterales, bajo hermoso pórtico románico con 11 arcadas con columnas y capiteles decorados y puerta central. Conserva los canecillos de la primitiva iglesia, antes de ser recrecida. La torre es cuadrada, con parte también románica, rematada en pináculos, con cuatro huecos, dos campanas y un campanillo. Fue declarada B.I.C. y ha sido recientemente restaurada. La pila es románica, con aspas en relieve; y el retablo mayor, bueno, es barroco, de 1704, con una Asunción con angelotes, del siglo XVI y un hermoso sagrario, de Miguel Gutiérrez y Domingo Uriarte, en 1625. Es muy bueno lo que queda del románico. Sus libros parroquiales dan comienzo el año 1582.
 Hay una ermita dedicada al Santo Cristo, románica, recientemente restaurada. Conserva también casas blasonadas, casi palacios, de los siglos XVII y XVIII. En sus tierras están denunciadas minas de carbón, de hierro y plomo.
 Y también el albergue y complejo deportivo de las pistas de esquí del “Valle del Sol”. En el último cuarto del siglo XIX nace Bernabé Pérez Ortiz, residente en Argentina, editor de revistas, gran favorecedor de las obras sociales de Burgos, por lo que en 1941 se le concede la Medalla de Oro de la ciudad. Escritor. Tiene una calle dedicada en la ciudad.
 En 1920 comienza sus días Luisa Eraña, la segunda mujer médico de la provincia, jubilada como Jefa de la sección de Análisis Clínicos del hospital “General Yagüe”. 
En la actualidad discurre por sus cercanías la llamada “vía verde” del antiguo ferrocarril minero, habilitada como ruta turística.


lunes, 4 de mayo de 2020

HUERTA DE ARRIBA (Burgos)


Sus Historias:
Al final del valle de Valdelaguna, entre los macizos de La Demanda y la sierra
de Neila, rayando ya con La Rioja, a orillas del río Tejero y en una carretera interior que, partiendo de Barbadillo del Pez, recorre todo el valle buscando a Neila,
en terreno desigual, encontramos a HUERTA DE ARRIBA, a 28 Km de Salas de
los Infantes y 83 de Burgos.
Siente la cercanía y el calor de Tolbaños de Arriba, Neila en la lejanía, la frontera con La Rioja, Monterrubio de la Demanda, Huerta de Abajo y Tolbaños de Abajo.

Su nombre aparece escrito por primera vez el 10 mayo de 1062 en el cartulario de San Millán de la Cogolla, como “Horta de Suso” y sus habitantes declararon en las respuestas generales del Catastro del Marqués de la Ensenada en 1752
que pertenecían al rey, es decir, era lugar de realengo.
Ha sido el pueblo más importante de la zona y así ya contaba en 1848, según
Pascual Madoz en su Diccionario geográfico (y supongo que será un error, porque
tenía 80 vecinos), con 500 habitantes (serían 300). Al revés que la inmensa
mayoría de los pueblos de la provincia (y supongo que será otro error, fruto
del primero, porque seguramente creció) disminuyó en la segunda mitad del siglo XIX y presentaba en 1900 un censo de 446 personas. Mantuvo muy bien su
población a lo largo de la dura primera mitad del siglo XX y moraban en el lugar
430 habitantes en 1950. Y, fruto de la cruel emigración de la segunda mitad del
siglo, habitaban en el lugar 150 personas en el año 2000.


Tiene su iglesia dedicada a San Martín, obispo, y es renacentista con restos
románicos, de una sola nave amplia y pequeña capilla lateral, con bóvedas y nervaduras de piedra. 
El ábside es rectangular. La portada es clasicista, con
arco de medio punto con impostas
y molduras, friso, hornacina con San
Martín y frontón partido, todo bajo
arco triunfal de medio punto con casetones. Y la torre es cuadrada, rematada en bolas, con cuatro huecos y dos campanas.

La pila es románica con arcos y
círculos y pie cuadrado con serpiente
rústica y el retablo mayor es rococó, de 1783

Hay una buena imagen de San
Sebastián; un Crucificado de pared, una Virgen sedente con Niño y otras tres imágenes, góticas
Sus libros parroquiales dan comienzo en el año 1637.
Conserva las ermitas de Santa María, con portada románica, y San vítores.
Hay en su término una mina de hierro, declarada y sin explotar, y una extensa
dehesa con el ejemplar de roble más corpulento de la provincia –casi 11 m de contorno-: el roble de la Laguna de la Cantera.
Y están catalogados en su suelo un yacimiento posiblemente de la Edad de
Hierro, el “depósito” más grande de la provincia en número de cosas; y dos posiblemente Medievales.
Y en la ermita de la Virgen de Vega, comunera con los otros pueblos, hubo un
poblado, con vestigios Celtibéricos, Romanos y Medievales.
Sin duda pasó por sus tierras la calzada romana de Clunia a Tritium Magallum, en La Rioja.