domingo, 20 de noviembre de 2016

10 enfermedades que te puede transmitir tu mascota



Son uno más de la familia, pero, sin el control adecuado, las mascotas pueden convertirse en una fuente de enfermedades. Según la OMS, tres de cada cuatro nuevas infecciones proceden de los animales.

Toxoplasma: el parásito que puede llegar al feto.

El enemigo número uno entre las embarazadas que conviven con un gato es la toxoplasmosis. Durante los meses de gestación, han de manipular la mascota con cuidado, para prevenir una infestación que puede derivar en malformaciones e incluso en abortos. Para tranquilidad de las futuras madres, hay que decir que esa situación solo se da en casos extraordinarios, cuando el parásito que la provoca, el Toxoplasma gondii, atraviesa la barrera placentaria e infecta al feto. El contagio puede ser instantáneo al tocar las heces del animal enfermo cuando se manipulan inadecuadamente los areneros y las cajas de excrementos de la mascota.

Los síntomas más comunes son la inflamación de los ganglios linfáticos de cabeza y cuello, fiebre y dolores de cabeza, garganta y músculos. Leídos de un tirón pueden provocar alarma, pero no hay motivo para ella, pues la toxoplasmosis suele ser una dolencia leve, aunque, eso sí, puede reaparecer. La mejor medida contra el contagio es la prevención. La persona encargada de limpiar el arenero del gato ha de enfundarse previamente unos guantes, a ser posible, desechables. Y, tras acabar con esta tarea, debe lavarse las manos. Por precaución básica, las embarazadas y las personas inmunodeprimidas es mejor que deleguen la tarea.


martes, 8 de noviembre de 2016

Nuestra Señora de Vega (Historia)

             

En el Valle de Valdelaguna existe un territorio denominado Vega, Baika en el siglo X. Y al igual que la «Mancha Bagh» y la «Ard Macha» de los ulatos, Vega recoge una serie de topónimos y de funciones sagradas y civiles que existen por lo menos desde hace dos mil años. En el otero de Vega hasta los años cuarenta de nuestro siglo se ha venido celebrando la asamblea de los alcaldes que componen el Valle (en origen formado por ocho pueblos) y en la Casa Consistorial se tallaban los mozos que entraban en quintas. Vega está situado en un despoblado y corresponde a una antigua población romana (siglos I-III), un alojamiento continuo de más de un kilómetro de extensión configura la defensa allí donde el terreno es más accesible. Significativamente, su topónimo es el de «La Muralla».

 Los vecinos de los cuatro pueblos que tienen derechos comunales en el territorio dicen que provienen de esta población y que fue destruida por los árabes. Los cuatro pueblos deben celebrar una ceremonia conjunta el primer domingo de septiembre como acción de gracias; pero, además, cada pueblo debe cumplir su voto por separado durante el verano.
Antes de la conquista islámica en las cercanías del pueblo, donde hoy en día se ubica la Ermita de la Vega, había un gran asentamiento. Con la invasión musulmana los habitantes se dispersaron en pequeños poblamientos en el entorno dando lugar a los actuales Huerta de Abajo, Huerta de Arriba, Tolbaños de Abajo, y Tolbaños de Arriba.

Es prescriptivo que el cabildo de cada pueblo lleve vino; antes lo transportaban en pellejos a lomos de caballería, y ahora, en garrafas cargadas en un «Mehari» todo terreno. Hay música y procesión. Los vecinos de cada pueblo se colocan alrededor de la ermita, cada uno en su lado ritual (del lado que toca a su pueblo en los puntos cardinales y beben a la hora del almuerzo y por la tarde, especialmente los hombres que van bebiendo de los diferentes vinos, mientras entonan jotas. A los vecinos que por vejez o enfermedad no pueden asistir a la romería se les reparte el correspondiente vino comunitario antes de la salida.
Conclusión
Sociológicamente, los territorios comunales, los montes y bosques de estas comunidades serranas, han representado y representan la parte clánica e indivisa a la que tienen acceso todos los vecinos y los hijos de sus hijos, como señala el documento de la compra de Trasomo. Pero para ser vecino es necesario el matrimonio, o sea la boda que formaliza el pacto en el territorio uterino. Puesto que, prácticamente hasta nuestros días, el casamiento ha sido uxorical , o sea que los hombres normalmente han venido a casar y morar al pueblo de sus mujeres, los hijos, incluso en los frecuentes matriminios endógamos, han nacido en el lecho aportado matrilinialmente. Se trata pues de una sucesión ininterrumpida con el origen que cognitivamente se manifiesta desde la infancia. Aspecto que resulta mucho más patente por la importancia de los pastos y los bosques comunales en estas sierras. Las «matres» en sus múltiples caras simbolizan la fertilidad, la territorialidad y el pacto. Así lo demuestra la despedida que cantaban los pastores trashumantes de Huerta de Arriba cuando partían en octubre para Extremadura y no regresaban a la sierra hasta mayo:
Virgen de Vega bendita
por aquí pasó mi Padre
por aquí pasó mi abuelo
y por aquí paso yo
y pasarán mis herederos.
Los herederos pasan puntuales la fecha de renovación del pacto. Pero entre la mayoría de los jóvenes es un aspecto más lúcido que económico, refuerzan sus orígenes y sus mitos, cumplen las promesas hechas a la Virgen, quizás en una ciudad no muy cercana, porque gran parte de estos pueblos están atacados por la vejez. Las mujeres jóvenes han huido a la ciudad, los campos de labor están yermos, sólo  las ovejas y las vacas aprovechan los campos comunales.
fuente: revista folklore

miércoles, 2 de noviembre de 2016

El «Ratoncito Pérez»


El «Ratoncito Pérez» no es un mito: nació en el Palacio Real y vivió en la calle Arenal

Una placa rinde tributo al pequeño roedor en el número 8 de la transitada vía, a unos pasos de la Puerta del Sol

Para abordar esta lectura, es necesario ubicarla en un contexto literario y de fantasía, aunque cuente con apuntes documentales. En ese sentido, creer en el Ratoncito Pérez, a pesar de su evidente aura fabulosa, no es tan difícil si vives en Madrid o si conoces los alrededores de la Puerta del Sol. Prueba de ello es que a unos metros de la transitada plaza, en el número 8 de la calle del Arenal, se pueden encontrar las huellas del roedor en la capital: una placa conmemorativa, una pequeña estatua metálica y la Casa Museo del ratón, una suerte de galería ilusoria. «Aquí vivía dentro de una caja de galletas en la Confitería Prast el Ratón Pérez», reza el cartel.

La inscripción, no obstante, explica las incógnitas de la historia: «Según el cuento que el padre Coloma escribió para el rey niño Alfonso XIII». Y es que el mágico animal nació en el Palacio Real, a finales del siglo XIX, por un episodio del monarca cuando aún era un crío. Que el magnánimo palacio sea su cuna, cómo no, remite a un sentido figurado. Alfonso XIII, ya huérfano de padre y muy consentido por su madre, la regente María Cristina, era un pequeño asustadizo. Tanto que, tras la caída de su primer diente, convirtió esta banalidad en un problema. María Cristina, entonces, encargó al padre Luis Coloma, jesuíta y novelista, que escribiera un cuento sobre el suceso para dotarlo de tintes fantásticos y restarle la importancia que el niño le había dado.

Según explican Marco y Peter Besas en su libro Madrid Oculto (La Librería. 2010), Coloma desarrolló un relato de poco más de una decena de páginas en torno al Rey Buby I, un nombre basado en el apodo con el que la madre se refería al pequeño monarca (Buby). En el cuento, tras perder Buby su primer diente de leche, este lo colocó debajo de la almohada, junto a una carta, para la visita del Ratoncito Pérez. La historia, después, narra cómo el niño y el ratón recolectan por la noche los dientes de los niños de Madrid, para llevarlos a la casita del roedor. Su morada, como recuerda la placa, se situaba en la pastelería Carlos Prast. En la casa, el personaje análogo de Alfonso XIII conoce a la familia de su singular amigo. Coloma incluyó aquí otro apunte que identificaba al futuro rey dentro de la narración: los ratoncitos vivían en una caja de galletitas Huntley, sus preferidas.

Pocos niños conocen realmente el origen de este personaje mágico, más allá de su labor recolectora de dientes. Así, en pleno centro de Madrid se da a conocer el verdadero y único legado del Ratón Pérez. Además de la placa, situada en 2003, en la galería de la calle del Arenal se ubica la pequeña estatua de metal, así como el museo homónimo, donde se exponen algunos objetos relacionados con el famoso animalito.