En el Valle de Valdelaguna existe un territorio denominado
Vega, Baika en el siglo X. Y al igual que la «Mancha Bagh» y la «Ard Macha» de
los ulatos, Vega recoge una serie de topónimos y de funciones sagradas y
civiles que existen por lo menos desde hace dos mil años. En el otero de Vega
hasta los años cuarenta de nuestro siglo se ha venido celebrando la asamblea de
los alcaldes que componen el Valle (en origen formado por ocho pueblos) y en la
Casa Consistorial se tallaban los mozos que entraban en quintas. Vega está
situado en un despoblado y corresponde a una antigua población romana (siglos
I-III), un alojamiento continuo de más de un kilómetro de extensión configura
la defensa allí donde el terreno es más accesible. Significativamente, su
topónimo es el de «La Muralla».
Los vecinos de los cuatro pueblos que tienen
derechos comunales en el territorio dicen que provienen de esta población y que
fue destruida por los árabes. Los cuatro pueblos deben celebrar una ceremonia
conjunta el primer domingo de septiembre como acción de gracias; pero, además,
cada pueblo debe cumplir su voto por separado durante el verano.
Antes de la conquista islámica en las cercanías del pueblo,
donde hoy en día se ubica la Ermita de la Vega, había un gran asentamiento. Con
la invasión musulmana los habitantes se dispersaron en pequeños poblamientos en
el entorno dando lugar a los actuales Huerta de Abajo, Huerta de Arriba,
Tolbaños de Abajo, y Tolbaños de Arriba.
Es prescriptivo que el cabildo de cada pueblo lleve vino;
antes lo transportaban en pellejos a lomos de caballería, y ahora, en garrafas
cargadas en un «Mehari» todo terreno. Hay música y procesión. Los vecinos de
cada pueblo se colocan alrededor de la ermita, cada uno en su lado ritual (del
lado que toca a su pueblo en los puntos cardinales y beben a la hora del
almuerzo y por la tarde, especialmente los hombres que van bebiendo de los
diferentes vinos, mientras entonan jotas. A los vecinos que por vejez o
enfermedad no pueden asistir a la romería se les reparte el correspondiente
vino comunitario antes de la salida.
Conclusión
Sociológicamente, los territorios comunales, los montes y
bosques de estas comunidades serranas, han representado y representan la parte
clánica e indivisa a la que tienen acceso todos los vecinos y los hijos de sus
hijos, como señala el documento de la compra de Trasomo. Pero para ser vecino
es necesario el matrimonio, o sea la boda que formaliza el pacto en el
territorio uterino. Puesto que, prácticamente hasta nuestros días, el casamiento
ha sido uxorical , o sea que los hombres normalmente han venido a casar y morar
al pueblo de sus mujeres, los hijos, incluso en los frecuentes matriminios
endógamos, han nacido en el lecho aportado matrilinialmente. Se trata pues de
una sucesión ininterrumpida con el origen que cognitivamente se manifiesta
desde la infancia. Aspecto que resulta mucho más patente por la importancia de
los pastos y los bosques comunales en estas sierras. Las «matres» en sus
múltiples caras simbolizan la fertilidad, la territorialidad y el pacto. Así lo
demuestra la despedida que cantaban los pastores trashumantes de Huerta de Arriba
cuando partían en octubre para Extremadura y no regresaban a la sierra hasta
mayo:
Virgen de Vega bendita
por aquí pasó mi Padre
por aquí pasó mi abuelo
y por aquí paso yo
y pasarán mis herederos.
Los herederos pasan puntuales la fecha de renovación
del pacto. Pero entre la mayoría de los jóvenes es un aspecto más lúcido que
económico, refuerzan sus orígenes y sus mitos, cumplen las promesas hechas a la
Virgen, quizás en una ciudad no muy cercana, porque gran parte de estos pueblos
están atacados por la vejez. Las mujeres jóvenes han huido a la ciudad, los
campos de labor están yermos, sólo las ovejas y las vacas aprovechan los campos comunales.fuente: revista folklore
1 comentario:
Anda no sabía esta bonita historia, me gusta conocer cosas de nuestros pueblos.Gracias papi.
ALMA
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