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martes, 9 de agosto de 2011

Las vigas de agua


El jefe de los manes, que se llamaba Zameyo – Mebenga, hizo saber que daría su hija en matrimonio a aquel que le trajese unas vigas de agua. Todos gritaron: “¡Vigas de agua! ¡Eso no es posible!”.

Sólo la tortuga, el animal de las mil soluciones, aceptó la propuesta del jefe. Se dirigió hasta el río, empezó a chapotear en el agua con sus patas y le envió un mensaje a Zameyo – Mebenga, que decía:”Las vigas de agua están listas. Que me envíe rápidamente una cuerda de humo de su pipa para atarlas y se las haré llegar de inmediato”.
El jefe de los manes dio su hija a la tortuga.

Cuento anónimo de Camerún

miércoles, 3 de agosto de 2011

Preferencias escatológicas

—¡Sois todos unos pecadores despreciables y unos holgazanes inmorales! —vociferaba un predicador ambulante a un grupo de aldeanos—. ¡Ningún hombre de este lugar verá las puertas del Paraíso!
—¿Estás seguro? —le preguntó Nasrudín.
—¡Haz todas las bromas que quieras, advenedizo! —bramó el predicador, furioso porque se pusiera en duda sus palabras—. ¡Tú serás el primero en sentir las llamas del infierno lamiendo tus botas!
—¿Y dónde irás tú después de morir?
Los creyentes virtuosos como yo irán directamente al Paraíso eterno.
—En ese caso —contestó Nasrudín tranquilamente—, es mejor que acompañe a mis amigos y parientes al infierno. Prefiero contar chistes para entretenerlos que tener que vivir con maníacos como tú por toda la eternidad. 

jueves, 28 de julio de 2011

La bondad


El mendigo ciego:
—¡Una limosnita, por el amor de Dios!

Pero no es ciego porque ahora ha abierto un ojo.

La señora –enfurecida porque el ciego ve- no le da limosna.
—Me ha pretendido engañar,  ¡miserable!
—Pero, señora, cálmese usted —responde el limosnero—. ¿No es mucho mejor que haya pretendido engañarla que ser ciego verdaderamente?

lunes, 18 de julio de 2011

Los monos y el vendedor de sombreros


Cierta vez, un vendedor de sombreros que viajaba de aldea en aldea se echó a la sombra de un árbol para dormir un poco. Cuando despertó, los monos se habían llevado toda su mercancía y estaban trepados a las ramas.

Furioso, se sacó su propio sombrero y lo arrojó al suelo. Al instante, todos los monos lo imitaron, de manera que pudo recuperarlos y se marchó.

Muchos años después, el nieto del vendedor pasó por el mismo sitio y también se acostó a dormir. Al despertarse, nuevamente los monos habían robado sus sombreros.

El hombre recordó la anécdota de su antepasado y arrojó el suyo con fuerza al suelo. Pero ninguno de los monos lo imitó. En lugar de eso, uno de ellos le dijo:
—¡Tonto! ¡Nosotros también hemos tenido abuelos!
Cuento hindú.

sábado, 2 de julio de 2011

Dinero falso

 Un hombre fue acusado de usar dinero falso para pagar una cuenta. En el Juicio, el acusado argumento que no sabía que el dinero era falsificado. Cuando se le insistió en que lo comprobara, respondió:
—Yo lo robé. ¿Hubiera robado ese dinero a sabiendas de que era falso?

Tras pensarlo, el juez decidió que la respuesta tenía sentido. Por lo tanto, lo absolvió del cargo de falsificación y le impuso un nuevo cargo: hurto.
—Claro que yo lo robé —admitió de buen grado el hombre—. Pero el dinero falsificado no tiene ningún valor legal. ¿Desde cuándo es un crimen robar nada?

Nadie pudo encontrar la menor falta en su razonamiento y el acusado fue absuelto.

martes, 21 de junio de 2011

Humor Filosófico


Un profesor de filosofía despistado va caminando por el campus cuando un estudiante le para y le hace un par de preguntas.
Al acabar.
- Bueno, pues esto era todo, muchas gracias.
- De nada. Hasta mañana.
- Adiós.

Tras una breve pausa, el profesor le grita:

- Eh!! Oye, perdona, me podrías decir hacia donde iba cuando nos encontramos?
- Si, claro, iba en esa dirección. (señalando)
- Ah, entonces ya he comido...

viernes, 17 de junio de 2011

Premio a la mejor mentira


Cierta vez, el rey hizo colocar en la plaza central un aviso que anunciaba:

“Premiaré al niño capaz de decirme la mejor mentira.”

Cuando leyeron esto, los nobles y oficiales de la corte acudieron con sus hijos para que le contaran al soberano toda clase de embustes, pero ninguno lo convenció. Al final, apareció un muchacho pobre.
 ¿A qué has venido?—le preguntó el rey.
—Mi padre me mandó a que cobrara una deuda que Su Majestad tiene con él.
—Con tu padre no hay ninguna deuda, tú mientes —contestó el monarca.
—Si realmente he mentido, entrégueme entonces el premio.

El rey se dio cuenta del ardid y repuso con prontitud:
—Me parece que todavía no has dicho ninguna mentira.

—Si no he mentido, entonces pague su deuda —dijo el muchacho. 


Al rey no le quedó más remedio que mandarlo a casa entregándole una bolsa de oro y frutas, como había prometido.

miércoles, 1 de junio de 2011

La lechuza y el ciempiés

Un ciempiés consultó a una lechuza acerca del dolor que sentía en las patas.
La lechuza le dijo:
— ¡Tienes demasiadas! Si te convirtieras en un ratón, sólo tendrías cuatro patas y… una vigesimoquinta parte del dolor.
— Esa es una gran idea — dijo el ciempiés—. Pero ahora dime cómo puedo convertirme en un ratón.
— ¡Hombre, no me molestes con detalles! —dijo la lechuza—. Yo solamente estoy aquí para establecer la política a seguir.
  

sábado, 14 de mayo de 2011

La tela


Un hombre caminaba por un callejón con un rollo de tela bajo el brazo cuando comenzó a llover torrencialmente. El caminante desenrolló la tela y la extendió sobre su cabeza. De pronto, otro hombre que pasaba por allí también se cobijó bajo el toldo improvisado.

Cuando cesó la lluvia, el segundo hombre reclamó la tela como suya y se inició una discusión que casi llegan a las manos. Finalmente, ambos llevaron el caso ante un juez. Este escuchó los respectivos argumentos y dijo:
—Alguacil, consiga unas tijeras y corte la tela justo por el medio para darle a cada uno su parte.

Así se hizo pero, entonces, el juez comprobó que uno de los hombres se manifestaba contento con la decisión mientras que el otro seguía muy enojado.
—Ya sé quién es el dueño de la tela —dijo el juez—. Alguacil, devuélvasela y envíe al ladrón a prisión.
Cuento hindú

jueves, 5 de mayo de 2011

Un lugar mejor

Cierta vez, un hombre puso un aviso en el diario: “Se vende casa y enseres  por emigración del propietario””.

Tuvo una gran cantidad de respuestas al anuncio y un amigo le preguntó:
—¿Conseguiste buen precio por tus cosas?
—¿Buen precio? —fue la respuesta—. ¡No vendí absolutamente nada! Todo el mundo quería saber si yo conocía algún lugar mejor para emigrar…
Cuento sufí.

sábado, 23 de abril de 2011

Cuento de la tradición sufí.


Sorprenderse a sí mismo
Bedar, el sereno, encontró en plena noche a Nasrudín tratando de abrir desde el jardín la ventana de su propio dormitorio.

—¿ Qué estás haciendo, mullah? ¿Te quedaste afuera?

—¡No hagas ruido! Dicen que camino dormido. Estoy tratando de sorprenderme a mí mismo y de saber si es cierto.

domingo, 17 de abril de 2011

Tener y dar

Una vez, un sufí le preguntó a un aspirante a discípulo:
—Si tuvieses una casa, ¿la donarías para el Trabajo Sufí?
—Sí —respondió el aspirante.
—¿Abandonarías a tu familia, si tuvieses familia, y seguirías el Sendero de la Verdad?
—Con toda seguridad.
—¿Y si tuvieses dos camisas, ¿donarías una de las dos para la Causa?
—¡Por supuesto que no!
—¿Por qué no?
—¡Porque sí tengo dos camisas!

sábado, 12 de marzo de 2011

El secreto de la felicidad

Cierto mercader envió a su hijo al más sabio de todos los hombres para que aprendiera el secreto de la felicidad. El muchacho anduvo muchos días, hasta que llegó a un castillo en lo alto de una montaña.

Cuando finalmente lo recibió, el sabio escuchó el motivo de la visita y luego le entregó una cucharita colmada de aceite mientras le decía:
—Recorre el castillo y contempla sus riquezas, pero no permitas que se derrame ni una gota de este aceite.

El muchacho comenzó su recorrido, manteniendo siempre los ojos fijos en la cucharita. Cuando regresó, el sabio le preguntó:
—¿Has visto las alfombras persas que hay en mi comedor? ¿Viste el jardín centenario? ¿Contemplaste los bellos pergaminos de mi biblioteca?

El joven, avergonzado, confesó que no había visto nada. Su única preocupación era no derramar el aceite.
—Vuelve, pues, y conoce las maravillas de mi mundo —dijo el sabio—. No puedes confiar en un hombre si no conoces su casa.

Ya más tranquilo, el muchacho retomó la cucharita y volvió a pasear por el palacio, fijándose esta vez en todas las obras de arte que poblaban el lugar. Al regresar, relató con pormenores lo que había visto.
— Pero, ¿dónde está el aceite que te confié? —preguntó el sabio.

Al mirar la cucharita, el joven se dio cuenta de que lo había derramado.
—Pues ése es el único consejo que te puedo dar —dijo el dueño del palacio—. El secreto de la felicidad está en mirar todas las maravillas del mundo sin olvidarte nunca del aceite de la cucharita.

jueves, 17 de febrero de 2011

Cuentos e historietas

Humildad
Un hombre acudió a Wahab Imri y le pidió:
Enséñame humildad.
No puedo hacerlo —dijo Wahab— porque la humildad es una maestra en sí misma. Se aprende por medio de su propia práctica. Si no la puedes practicar, no la puedes aprender. Si no la puedes aprender, no quieres realmente practicarla dentro de ti.


¿Cuántas clases de personas hay?
El discípulo le preguntó al maestro:
¿Cuántas clases de personas hay?
Hay tres clases de personas —repuso el maestro.
Aquellas que hacen que las cosas ocurran.
Aquellas que esperan que las cosas ocurran.
Aquellas que se sorprenden por lo que ha ocurrido.
¿A qué clase perteneces tú?


Una voz tras él
Cuentan una deliciosa historieta de horror sobre un labriego que se adentró en un bosque encantado; según la gente, lo habitaban demonios que se llevaban consigo a cualquier mortal que osara entrar en él. Pero, mientras caminaba por el mismo con paso lento, el labriego pensaba:
Soy un buen hombre que nada malo he hecho. Si los demonios pueden hacerme algún daño es que no existe ninguna clase de justicia.
Y en ese momento se oyó una voz tras él que decía:
No existe.

lunes, 17 de enero de 2011

¿POR QUÉ LA HIENA TIENE LA PIEL CON RAYAS?

Hace mucho, mucho tiempo una hiena y una liebre eran muy buenos amigos. Pero la hiena, le engañaba a la liebre y cada vez que ésta pescaba un pez grande era la hiena quien se lo comía. La hiena inventaba juegos extraños y tras acordar que el que ganara se comería el pez, la hiena siempre acababa ganando y comiéndose el pescado.

Un día la liebre pescó un gran pez y le dijo a la hiena:

- ¡Hoy es mi día! ¡Hoy me comeré yo solo este gran pez! .

- Es demasiado grande para un estómago tan pequeño, le dice la hiena. Se pudrirá antes de que puedas comértelo todo.

- Es verdad, dice la liebre. Pero lo pondré a ahumar por la noche para conservarlo en pedazos pequeños. ¡Estará delicioso!

La hiena no aguantaba de envidia y seguía deseando comerse el pescado de la liebre. ¿Me lo comeré yo solo! se decía a sí misma. Y no hacía más que planear para satisfacer su egoísmo.

Llegada la noche, la hiena cruzó sigilosamente el río, acercándose hasta donde dormía la liebre. En ese momento, el pescado, partido en trozos, se asaba lentamente y la grasa que caía sobre las brasas perfumaban el ambiente. La hiena se relamía ya de gusto, riéndose de la liebre por la sorpresa que se llevaría ésta al ver que le habían robado el pescado con el que tanto soñaba.

Mientras tanto, la liebre estaba acostada haciéndose la dormida pero muy atenta a lo que hacía la hiena. Cuando la hiena agarró el primer trozo de pescado, la liebre se levanto de repente, cogió la parrilla que estaba encima del fuego y corriendo tras la hiena le azotaba con ella mientras la hiena aullaba de dolor, de vergüenza y de rabia.

La hiena acabó con todo el cuerpo marcado con las barras de la parrilla y desde entonces las hienas llevan rayas en la piel y por eso desde entonces las hienas odian a las liebres.

martes, 26 de mayo de 2009

Cuenta-cuentos




Homenaje a Beatriz Montero la mejor narradora de “Cuenta-cuentos” de todos los tiempos, tanto para infantiles como adultos. También quiero dar las gracias a Enrique (su marido) que la apoya en todo lo que hace y siempre la a compaña allá donde fuera.

Ella esta volcada en todo lo que es cuenta cuentos, es feliz cuando se ve rodeada de niños pidiéndola mas cuentos (dice que eso es creatividad, no el estar en la oficina del Banco como ella estaba).

También la encanta escribir cuentos infantiles, los últimos: “Tengo 3 Mamas” y “ Hay un Monstruo en el colegio”.

“Tengo 3 mamas”: es lo que pasa a las familias modernas, y que los niños se han de identificar y familiarizar por medio de la literatura, que ellos vean que son problemas cotidianos, que no de unos pocos.
“Hay un monstruo en el colegio”: es una historia de fantasía de mentes fantásticas y limpias (yo diría a Capela).

Desde aquí quiero animar a Beatriz a seguir escribiendo y llevando la narrativa de cuentos allí donde se lo soliciten.