sábado, 22 de marzo de 2014

Los colores perdidos de la Calle Primavera


Ante el estreno de la estación más colorida del año creo que lo lógico será hacer un paseo por la vía de Madrid que lleva su nombre, la Calle de la Primavera. Os aviso de que ambas sólo coinciden en su denominación y que distan mucho de parecerse. Recorrámosla y tratemos de averiguar entonces el motivo de su denominación…

A escasos metros de la Plaza de Lavapiés, arrinconada en ese enjambre de calles de marcado nombre religioso, sorprende de primeras toparse con esta vía de nombre tan evocador. Lo primero que le viene a uno a la cabeza al pensar en la primavera son flores, colorido y espacios abiertos. Ya os adelanto que en esta cándida calle no vais a encontrar ni rastro de lo mencionado.

La Calle de la Primavera engaña, no ofrece al peatón lo que su nombre puede sugerirle. Es una fina vía, con tráfico en un solo sentido y angostas aceras. Fachadas de distintos materiales y épocas, conviven con bajos hermanados con verjas de barrotes. Un osado parking en una esquina aporta algo de movimiento a una calle que todo hace indicar, vivió etapas más boyantes. Hoy por hoy, ninguna referencia a esa primavera que le acompaña en su placa. Entonces, ¿a qué debe su nombre?

Según apuntan varios cronistas esta inclinada calle, que tiempo atrás recibió otras denominaciones como “de las Damas” o de “Buenavista”, estuvo antaño cubierta y engalanada por una fuente y unos frondosos jardines en los cuales, además, se celebraba la festividad de la Cruz de Mayo. Una bonita estampa que en la primavera brillaba aún más. Una mirada embriagadora, opuesta a la actual, que se acentuaba precisamente con la pendiente de la calle y que, contemplada desde su punto más alto, regalaba una visión de gran belleza y frescor.

Pero éste no es el único secreto que esconde esta modesta calle. En ella, más concretamente en el número siete se ubicó el Teatro Barbieri, uno de los más antiguos de la ciudad. Se estrenó el día de Todos los Santos de 1899 con la obra ‘Don Juan Tenorio’ de José Zorrilla. Fue en su momento uno de los más modernos de Madrid e incluso tenía un techo que se podía abatir los días de buen tiempo,en menos de cinco minutos, tal y como se hace hoy en los modernos estadios de fútbol. Sin embargo, desapareció en 1917 por culpa de un devastador incendio.

Quizás, aquellas llamas terminaron por condenar una calle a un invierno del que aún no se ha recuperado. Como vemos, retazos de una vida mucho más glamurosa y animada la que dispuso, tiempo atrás, la Calle de la Primavera. Una vía que precisamente enlaza con las calles de la Fe y de la Esperanza. Imagino que a ambas se encomienda, día tras día, para volver a brillar tanto como lo hace su nombre.
Secretos de Madrid.


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