Ante el estreno de la estación más colorida del
año creo que lo lógico será hacer un paseo por la vía de Madrid que lleva su
nombre, la Calle de la Primavera. Os aviso de que ambas sólo coinciden en su
denominación y que distan mucho de parecerse. Recorrámosla y tratemos de
averiguar entonces el motivo de su denominación…
A escasos metros de la Plaza de Lavapiés, arrinconada en ese
enjambre de calles de marcado nombre religioso, sorprende de primeras toparse
con esta vía de nombre tan evocador. Lo primero que le viene a uno a la cabeza
al pensar en la primavera son flores, colorido y espacios abiertos. Ya os
adelanto que en esta cándida calle no vais a encontrar ni rastro de lo
mencionado.
La Calle de la Primavera engaña, no ofrece al peatón lo que
su nombre puede sugerirle. Es una fina vía, con tráfico en un solo sentido y
angostas aceras. Fachadas de distintos materiales y épocas, conviven con bajos
hermanados con verjas de barrotes. Un osado parking en una esquina aporta algo
de movimiento a una calle que todo hace indicar, vivió etapas más boyantes. Hoy
por hoy, ninguna referencia a esa primavera que le acompaña en su placa. Entonces,
¿a qué debe su nombre?
Según apuntan varios cronistas esta inclinada calle, que
tiempo atrás recibió otras denominaciones como “de las Damas” o de
“Buenavista”, estuvo antaño cubierta y engalanada por una fuente y unos
frondosos jardines en los cuales, además, se celebraba la festividad de la Cruz
de Mayo. Una bonita estampa que en la primavera brillaba aún más. Una mirada
embriagadora, opuesta a la actual, que se acentuaba precisamente con la
pendiente de la calle y que, contemplada desde su punto más alto, regalaba una
visión de gran belleza y frescor.
Pero éste no es el único secreto que esconde esta modesta
calle. En ella, más concretamente en el número siete se ubicó el Teatro
Barbieri, uno de los más antiguos de la ciudad. Se estrenó el día de Todos los
Santos de 1899 con la obra ‘Don Juan Tenorio’ de José Zorrilla. Fue en su
momento uno de los más modernos de Madrid e incluso tenía un techo que se podía
abatir los días de buen tiempo,en menos de cinco minutos, tal y como se hace
hoy en los modernos estadios de fútbol. Sin embargo, desapareció en 1917 por
culpa de un devastador incendio.
Quizás, aquellas llamas terminaron por condenar una calle a
un invierno del que aún no se ha recuperado. Como vemos, retazos de una vida
mucho más glamurosa y animada la que dispuso, tiempo atrás, la Calle de la
Primavera. Una vía que precisamente enlaza con las calles de la Fe y de la
Esperanza. Imagino que a ambas se encomienda, día tras día, para volver a
brillar tanto como lo hace su nombre.
Secretos de Madrid.
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