En la experiencia del dolor influyen muchos factores. Estos
son algunos de los identificados por la ciencia en los últimos años.
La intención, cuenta. Cualquier dolencia es más intensa si
consideramos que alguien nos hace daño intencionadamente, mientras que si
pensamos que el dolor se ha producido debido un mero accidente resulta mucho
más liviano, según probaba hace poco Kurt Gray en un estudio publicado en la
revista Psychological Science.
Nivel educativo. Las estadísticas revelan que los individuos
con niveles educativos más bajos sufren dolor durante más tiempo a lo largo de
su vida, un 12% más para ser exactos.
Soledad. Somos más propensos a sentir dolor estando solos
que en compañía de nuestros amigos o nuestra pareja.
Olor y dolor. Los olores desagradables pueden aumentar mucho
la sensación de dolor, mientras que un buen aroma actúa como un poderoso
analgésico, según se podía leer recientemente en un estudio publicado en la
revista Pain.
Cuestión de fe. Un equipo de neurocientíficos de las
universidades de Oxford y Cambridge demostró que mirando una imagen religiosa
los devotos católicos experimentan un 12 % menos dolor que los ateos y agnósticos.
Al comparar la actividad cerebral de los dos grupos, los investigadores
identificaron que la diferencia residía en que solo en los creyentes se había
activado la corteza prefrontal ventrolateral derecha.
Caricias. Cuando se trata de dolor tampoco hay que
menospreciar el poder de una caricia. De acuerdo con el neurocientífico
británico Francis McGlone, de la Universidad de Liverpool, existe un sistema de
fibras nerviosas de la piel que responde específicamente a estímulos de placer,
como las caricias. Y cuando son estimuladas, la actividad de los nervios
conductores del dolor disminuye considerablemente. Claro que no vale cualquier
caricia. Según McGlone, para que surta efecto hay que acariciar lentamente y
ejerciendo muy poca presión.
1 comentario:
Super interesante, esto me hace reflexionar el como yo afronto el dolor oo
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