
El emperador romano Vespasiano, que lo fue entre el año 69 y el 79, hizo un importante esfuerzo por poner en orden las finanzas romanas y, como lamentable suele ocurrir cuando hablamos de finanzas públicas, logró encontrar nuevas formas de recaudar. Había, y hay, mil formas y excusas para cobrarles a los ciudadanos y así lo vio Vespasiano.
Uno de sus hijos, llamado Tito y que también sería emperador (desde el año 79 al 81), le reprochó en una ocasión a su padre que cobrara un impuesto sobre la orina que se obtenía en las letrinas públicas y que era muy útil en el curtido de pieles.
Uno de sus hijos, llamado Tito y que también sería emperador (desde el año 79 al 81), le reprochó en una ocasión a su padre que cobrara un impuesto sobre la orina que se obtenía en las letrinas públicas y que era muy útil en el curtido de pieles.
Su padre, cuando recibió la primera remesa de dinero recaudada con tan escatológico impuesto, tomó unas monedas y se las puso a Tito bajo la nariz diciéndole: “No huele mal”. Al menos así lo cuentan en el libro Suetonio y Casio. Ya saben amigos, el dinero no huele mal, así al menos lo afirmaba Vespasiano.