Los polifenoles, compuestos vegetales presentes en altas
cantidades en el té, el zumo de naranja o el chocolate negro, alimentan las
bacterias que defienden la barrera intestinal y reducen la inflamación en las
personas mayores
Cuando comemos, los alimentos que ingerimos pasan por un
proceso de descomposición para convertirse en energía. En el estómago, los
jugos gástricos descomponen la comida en moléculas más simples que llegan al
intestino delgado, y de ahí pasan a la sangre. Sin embargo, en el intestino
grueso se produce la segunda parte de la digestión gracias al ecosistema de
microorganismos formado por colonias de billones de bacterias, virus y hongos,
que en conjunto se denominan microbiota.
La función de la microbiota es procesar aquellas moléculas
que nuestro cuerpo no puede digerir por sí solo. En el proceso, estas bacterias
producen distintos metabolitos, sustancias que, entre otras cosas, refuerzan la
barrera intestinal y reducen la inflamación. Uno de esos metabolitos
protectores se llama ácido indol- 3- propiónico (IPA, por sus siglas en
inglés).
Un nuevo estudio publicado en la revista Molecular Nutrition
and Food Research, a cargo del Grupo de Investigación de Biomarcadores y
Metabolómica Nutricional de los Alimentos de la Universitat de Barcelona (UB),
muestra que el consumo de polifenoles (compuestos de origen vegetal presentes
en el chocolate negro o el té verde) modifica la microbiota, haciendo que aumenten
las colonias de bacterias que producen IPA.
“El IPA es un metabolito curioso porque todas las funciones
que se le descubren son beneficiosas”, asegura Tomás Meroño, coautor de este
estudio y bioquímico. El IPA protege la barrera intestinal, tiene efectos a
nivel metabólico y cerebral. “En una
investigación con niños con obesidad, la menor producción de IPA se asoció a
menores puntuaciones en pruebas de memoria”, añade.
Durante ocho semanas, el estudio realizado por el Centro de
Investigación Biomédica en Red Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES)
observó el consumo de polifenoles en 51 personas mayores de 65 años, en una
residencia geriátrica de Italia.
Mientras que unos continuaron con su dieta habitual, el
grupo de la dieta rica en polifenoles almorzaba y merendaba alimentos ricos en
polifenoles como arándanos, zumo de naranja o de granada, té verde, puré de
manzana o chocolate negro.
“Estas adaptaciones en la dieta son factibles porque son
pequeñas intervenciones, asequibles al gusto y adaptables a las peculiaridades
de la población mayor, como que sean fácilmente masticables y tragables”,
aclara el científico de la UB. Después, se analizaron las heces y el suero
sanguíneo.
Aparte de aumentar la concentración de IPA, la dieta rica en
polifenoles mejoró los niveles de zonulina, un marcador de permeabilidad
intestinal. Si la permeabilidad es menor, se absorben menos toxinas que pueden
producir inflamación en el intestino. “Por lo tanto, si una dieta rica en polifenoles
disminuye la permeabilidad, podría ser beneficiosa para el envejecimiento
saludable”, explica Meroño.
En el estudio no se observaron diferencias entre las edades,
ni entre hombres y mujeres, pero sí que el efecto de la dieta rica en
polifenoles variaba en las 18 personas con enfermedad renal. “Al separar los
datos entre los pacientes con enfermedad renal y sin ella, vimos los resultados
de la investigación porque las personas con enfermedad renal no aumentaron su
IPA, se quedó igual”, cuenta Meroño.
Hay estudios que indican que la enfermedad renal cambia la
composición de la microbiota, y como IPA es un metabolito que depende de la
microbiota, los investigadores de la UB piensan que esa microbiota está tan
alterada que ya no se puede modificar con esta estrategia.
¿SE PUEDE ALTERAR LA FUNCIÓN DE LA MICROBIOTA?
En este ensayo, consumir polifenoles modificó la función de
la microbiota, lo que a su vez ayudó a aumentar la IPA. Porque aparte de la
alimentación, también el estilo de vida, el ejercicio físico, el consumo de
alcohol y el estado de salud influyen en la composición y, por tanto, las
funciones de la microbiota.
Durante el estudio se encontraron bacterias que se asociaron
a cambios positivos, pero Meroño considera que no es tan importante la composición,
como la función. Por ejemplo, “cuando comes fibra, estás alimentando a las
bacterias beneficiosas, y su crecimiento hace que mejore la función”, explica.
¿Y QUÉ PASA CON LOS POLIFENOLES?
Las plantas producen polifenoles en respuesta al estrés que
sufren debido a los cambios de temperatura, la luz, las infecciones o la falta
de agua. Los polifenoles se encuentran en alimentos como legumbres, frutas,
verduras, aceite de oliva, té verde o chocolate negro.
Estos compuestos se han asociado a menor riesgo de deterioro
cognitivo, incremento de la masa mineral ósea, menor riesgo de enfermedad
cardiovascular y menor riesgo de diabetes, pero hasta ahora no se podía
explicar completamente por qué resultaban beneficiosos.
En general, los polifenoles se consideran prebióticos porque favorecen el crecimiento de bacterias, y al mismo tiempo modifican su función, como ocurre en este caso. Además de todas estas cualidades, Meroño destaca la relación que tienen con la sostenibilidad y los alimentos de proximidad que contaminan menos, y añade: “Hay una hipótesis que se llama xenohormesis que plantea que los alimentos cultivados cerca de tu región tienen una cantidad de polifenoles más beneficiosa para tu salud que los de otro lugar”. Esto se debe a que los alimentos del hemisferio sur se cultivaron en unas condiciones distintas a las del norte, por lo tanto, es probable que varíe su cantidad de polifenoles según la región donde se hayan plantado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario