Las abejas, este vital elemento polinizador de la
naturaleza, están desapareciendo.
Los científicos no están completamente seguros de por qué.
Existen pruebas contundentes que relacionan el declive de las abejas con los
pesticidas, pero nuevas investigaciones muestran que otro veneno, que desde
hace mucho tiempo se consideraba inofensivo para los animales, en realidad
podría estar matando indirectamente a estos insectos tan imprescindibles en el
planeta.
Un estudio desarrollado por científicos de la Universidad de
Texas en Austin (EE. UU.) sugiere que el herbicida más utilizado en el mundo,
el glifosato (creado por Monsanto, ahora propiedad de la farmacéutica Bayer),
podría ser un factor previamente desconocido de este colapso de las colonias de
abejas. El glifosato es el ingrediente activo del herbicida más vendido de
Monsanto, el "buque insignia" del negocio de productos químicos
agrícolas de la compañía.
Y es que este producto es todo un negocio: un estudio de
2016 descubrió que, desde su introducción en la década de 1970, se han rociado
casi 10 millones de toneladas de glifosato en campos de todo el mundo. Eso es
muchísimo; especialmente cuando este herbicida puede estar matando algo más que
las malas hierbas.
"Necesitamos mejores pautas para el uso de glifosato,
especialmente con respecto a la exposición a las abejas, porque en este momento
las directrices suponen que las abejas no se ven perjudicadas por el herbicida.
Nuestro estudio muestra que eso no es cierto", comenta Erick Motta, líder
del trabajo que publica PNAS.
El glifosato es sospechoso de ser cancerígeno
El mecanismo de acción del glifosato como herbicida es la
alteración de una enzima importante que se encuentra en plantas y
microorganismos. Los animales no tienen esta vía, que es la razón por la que se
pensaba que el químico no era tóxico para ellos. Pero, ¿qué pasa con los
organismos más pequeños, como las bacterias intestinales que pueblan el
microbioma de las abejas?
Los científicos alimentaron a las abejas con una solución de
azúcar con glifosato, en una concentración que también se produce en el medio
ambiente. También contaron con un segundo grupo de control que recibieron
azúcar sin el popular herbicida. Al transcurrir tres días, las abejas que
recibieron el cóctel de glifosato habían perdido algunas de sus bacterias
benignas del intestino, esto es, redujeron significativamente su microbiota
intestinal saludable.
Esta reducción de bacterias buenas no terminó allí: de
hecho, afectó la supervivencia de las abejas.
Cuando las abejas de control y las abejas a las que se
administró glifosato estuvieron expuestas a la misma bacteria, un patógeno
oportunista, Serratia marcescens, las tasas de supervivencia fueron
marcadamente diferentes.
Las abejas que no habían estado expuestas al glifosato
vieron su número reducido a la mitad después de ocho días; sin embargo, apenas
una décima parte de las abejas expuestas al glifosato sobrevivieron al patógeno
después del herbicida.
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