En el Madrid del siglo XV y donde hoy está la calle de Toledo
estaba la puerta de la Latina, más allá sólo había campo con algunas casas de
labranza y unos barrancos que llegaban hasta el río Manzanares. En una de esas
casas vivía un alfarero cuya mujer murió al dar a luz a una niña llamada
Sancha, que con sus hermanos ayudaba a su padre a fabricar pucheros y otras
vasijas de barro. Sanchita, por su débil constitución, sólo se ocupaba de
suministrar agua, ya que los cacharros en sus manos acababan rotos muy a menudo.
A su padre le llamaban 'tío Daganzo', porque había nacido en el pueblo de
Daganzo de Arriba (Madrid) y a su hija, ‘la Daganzuela’, vocablo que derivó en
Arganzuela.
Un día pasó por aquellas tierras la reina Isabel I, ‘la Católica’,
camino del río, acompañada por una de sus damas y varios caballeros. La reina
quiso beber agua y la comitiva se detuvo junto a la casa y uno de los
caballeros pidió una vasija con agua para la reina. La niña se ofreció, buscó la
mejor vasija y se la entregó. Agradecida por la diligencia de la niña y ante la
evidente pobreza de su familia, la reina ordenó a uno de sus caballeros que
llenara de nuevo aquella jarra y regara con ella la tierra, que lo repitiera
dos veces más, y todo el terreno regado se diera en dote a la muchacha. Así se
hizo y la niña se convirtió en dueña de esa tierra.
Cuentan las crónicas que por aquel tiempo se produjo en España
una epidemia de peste y por precaución se cerraron las puertas y portillos de
Madrid, pero por un descuido dos afectados por la enfermedad que vivían en
aquellas casas de labranza se colaron en la villa buscando auxilio. La peste se
extendió por el barrio y luego por todo Madrid, por eso a dicha entrada la
llamaron ‘puerta de la Peste’.
El padre y los hermanos de la Arganzuela fallecieron a causa
de la peste y sólo ella se salvó. Luego Sancha se casó y tuvo tres hijos, pero
murieron. Su marido, que era regalero (encargado de las frutas y flores) de la
reina Juana I, ‘la Loca’, construyó unas casas en las tierras de Sancha, que
todos llamaban el Campo de la Arganzuela.
Cuando murió su marido, Sancha ingresó en la Venerable Orden
Tercera de San Francisco, integrada por seglares dedicados a ayudar a pobres y
enfermos. Sancha contribuyó con su dinero a la construcción de una capilla y
también una pequeña fuente cerca de donde estaba la antigua puerta de Toledo. Sancha
murió y fue enterrada en el convento de San Francisco, en la capilla de San
Onofre, con una inscripción en su sepultura reconociéndola como bienhechora del
convento.
Y por todo esto, a la calle que se creó en aquellas tierras
se la llamó calle de la Arganzuela, que va desde la calle de Toledo a la plaza
del Campillo de Mundo Nuevo, junto a la Ronda de Toledo.
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