Cuenta la tradición que la madrileña calle de la abada
recibe su nombre por un suceso ocurrido en el lugar en el siglo XVI. Fue
durante el reinado de Felipe II cuando unos feriantes portugueses llegaron a
Madrid con una abada o rinoceronte, un animal desconocido en Europa, para
exhibirlo al público. Montaron su campamento en las eras del priorato de San
Martín, en un terreno hoy delimitado por la calle Preciados, la Gran Vía y la
plaza del Carmen. Los madrileños acudían en multitud al lugar y pagaban dos
maravedíes por entrar en la barraca o tienda y contemplar al fabuloso animal,
al que acosaban con gritos y silbidos mientras los portugueses tocaban tambores
y dulzainas.
El hijo de un hornero se familiarizó con el rinoceronte y le
daba de comer trozos de pan. Un día el muchacho tuvo la mala idea de dar al
animal un trozo de pan ardiendo, o una brasa del horno, o ambas cosas juntas, y
el animal se lo tragó. Enloquecido, se lanzó sobre el muchacho y le atrapó
entre sus fauces hasta matarlo, sin que los portugueses pudieran evitarlo.
En cuanto el prior de San Martín, fray Pedro de Guevara,
supo lo ocurrido expulsó de sus tierras a los portugueses. Fuera por las prisas
de la marcha o por la conmoción que la desgraciada muerte del muchacho les
produjo, a los portugueses se les escapó el rinoceronte, y en Madrid cundió la
alarma. Quevedo escribió que al anochecer algunos alertaron de una figura
amenazadora en el postigo de San Martín (puerta ubicada donde la plaza del
Callao) y que salieron los cuadrilleros con picas a cazar a la fiera, pero fue
una falsa alarma al comprobarse que se trataba de un carro cargado de paja.
Otros contaron cómo un perro que veía corriendo hizo que muchos vecinos huyeran
despavoridos al confundirlo con la abada. Según la leyenda el animal ocasionó
en su huida hasta 20 muertes. Por fin, el rinoceronte fue atrapado cerca de la
era de Vicálvaro por los mismos portugueses, ayudados por la Santa Hermandad,
un cuerpo armado que puede considerarse antecedente de la Policía.
En el paraje de San Martín se instaló una cruz de madera en
recuerdo de la muerte del muchacho en las fauces de la abada. Años después,
cuando el priorato de San Martín vendió aquellas eras y se construyeron casas
en el lugar, se formó allí la calle de la Abada.
F:cosasdelosmadriles.
1 comentario:
Me ha encantado esta leyenda , no la conocía, como se aprende en este blog...
Besos
Alma
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