Cuando estaba con mis abuelos en Huerta, íbamos juntos a muchos sitios con el tío Ángel que me lleva unos cuatro años de diferencia. Lo pasábamos bomba.
Tenían en casa un burro de color blanco que tendría unos 20 años de edad, y sabía todo lo que se tenia que saber, yo creo que era más inteligente que algún humano. Pues bien, este burro se dedicaba para recoger leña, hierba y alguna que otra faena más de la casa. Una de ellas era que mi tío y yo nos montabos en el burro y nos íbamos a la dehesa a recoger leña. Preparábamos su carga, se la atábamos muy bien para que no se moviese y le dábamos una palmadita al burro y le decíamos: ala hasta casa, que allí estará el abuelo. Dicho y hecho, se iba el burro directamente a casa. Cuando llegaba llamaba con su pata, salía mi abuelo y le descargaba la carga. Parece un cuento, pero no, es pura realidad.
Nosotros nos quedábamos en la dehesa a cazar lo que hubiese: palomas, perdices, ardillas. La escopeta se la cogía mi tío a su padre, sin que el se diese cuenta. Esta escopeta era de un caño (estoy hablando de hace unos 50 años), pero era muy buena escopeta. Pues bien, no había ningún día que volviésemos sin ninguna pieza. Tenía una habilidad pasmosa. Las perdices son rápidas y de vuelo corto, pero al tío Ángel le daba tiempo a cargar la escopeta y tirar dos tiros, y dos piezas que caían.
Ni os cuento como ha sido y sigue siendo, uno de lo mejores cazadores de la zona, por no decir que es el mejor. Y con los conejos nos pasaba lo mismo. Nos conocíamos todas las guaridas que tenían por el término del pueblo. Me decía: José, vamos, que hoy vamos a por unos conejos. Dicho y hecho, siempre traíamos alguno. A mi abuela Luisa, la mujer, la tenía desquiciada. “Pero hijo, otra vez más caza”, le decía. No sabia que hacer con ella, así que se tiraba la mujer la mitad del día pelando plumas. Cuando no eran palomas eran perdices y sino conejos. Vamos, nunca faltaba en casa un plato de comida de caza.
1 comentario:
Parece mentira Jose que poco te conozco, yo no sabía que tu salias de caza chaval...
Y esas fotos que seguro que tienes escondidas y no nos enseñas? Donde las tendras, tendre que poner la casa patas arriba para encontrarlas.
Quiero que me cuentes, no me callaré, como era el pueblo con esas nevadas tan grandes...
Tu hijo.
Emilio
Publicar un comentario