domingo, 22 de marzo de 2009

Recuerdos de mis años en Huerta de Arriba

Pasé mi niñez en el pueblo de Huerta de Arriba. Pueblo de pinares. Mis padres tenían un amigo en el pueblo de Vallejimeno; este pueblo está pasando Huerta de Abajo. Mi padre hacia a diario la ruta Burgos- Huerta de Arriba con el autobús de viajeros. Este amigo suyo, el de Vallejimeno, le gustaba que mi padre me llevara a pasar el día con ellos. Llegaba por la mañana, pasaba el día y por la tarde me recogía mi padre para regresar al pueblo. No solo me bajaba a Vallejimeno, sino también a Burgos donde este amigo tenía una de las mejores pastelerías del momento “Pastelería Ibáñez.”

Estaba ubicada en el Paseo del Espolón, la calle más importante en aquellos años y tal vez hoy en día. Cuando entraba a la pastelería lo primero que hacia Luis era dirigirse a los empleados diciéndoles: "Al niño, cada vez que entre aquí, todo lo que os pida se lo dais". Imagínense a un niño frente a tantos pasteles y todos diferentes. Lo que se me pasaba por la cabeza, me los quería comer todos. Bueno, casi me los comía. Cogía tal empacho, que tengo que decir, que hasta hace pocos años no he vuelto a probar dulces, los rechazaba totalmente.

Recuerdo también, como nos juntábamos los chavales en el verano y nos íbamos a bañar al río Tejero. Subíamos andando unos dos kilómetros hacia arriba del pueblo, dirección Neila, hasta el “Puente Aramol” donde había dos pozos. El de arriba era más profundo y allí se bañaban los mayores, los más pequeños nos bañábamos en el pozo de abajo. Recuerdo que nos tirabamos desde una roca que hacia de trampolín y competíamos entre nosotros para ver quien hacía el mayor salto y lograba bucear durante cinco minutos. Salíamos sin aliento ni respiración. Sin importarnos el peligro por la poca profundidad del agua y la cantidad de piedras que había en el fondo. Aún pudiendo tropezar con las rocas, éramos unos especialistas, no recuerdo haber tenido ningún percance.

4 comentarios:

Beatriz Montero dijo...

Preciosa. Una entrada preciosa. Me encanta conocer esos detalles que hacen vivos la infancia. Y sobre todo conocer como la viviste. Me ha gustado mucho, mucho. Estas entradas son mis preferidas. Sin duda.

Anónimo dijo...

jijij como mola ,anda q no me hubiera gustado tener un amigo pastelero ...aunque...pensandolo bien no quiero q m dejen de gustar los dulces ..adoro el chocolate jiij
besos papi

Emilio Montero dijo...

Pero chaval!!!
Que es eso de que eres gran amigo de una pastelería? que me esta contando, y cuando me llevabas a Burgos solo me íbamos a los bares a comer sándwich...

JOSE JOSE!!
Pues que sepas que ya no haces ascos a ningún pastel, salao...
Y además los cafés le pones azúcar hasta que hace islita...

SALAO!

Una pinedana dijo...

Jooooo, ese autobús de la Continentel era mejor que el que subía a Pineda, también de la continental.
Ciertamente,la pastelería Ibáñez hace buenos pastelitos... esos chevalier (¿con b o con v?), esos obuses....que buenos!!!
Aumentan mi gula.