El Papamoscas, grotesca figura casi tan famosa como el
templo que es su morada, está rodeado de un halo misterioso desde su propio
origen, que podría datar del año 1519, cuando se tiene la primera noticia de él
El rey doliente. Pero hay más leyendas vinculadas al
Papamoscas. Una de las más famosas hace referencia a Enrique El Doliente. Ésta
dice que el monarca solía ir a rezar todos los días al templo burgalés; una
mañana, vio a una hermosa joven hacer lo propio. Quedó prendado de ella, hasta
el punto de que, ese día y los sucesivos, la siguió a distancia y en silencio
hasta su casa. Por fin, en una de esas jornadas, ella dejó caer su pañuelo al
paso del rey, quien le entregó en silencio y ceremoniosamente el suyo. Antes de
verla desaparecer, escuchó de su boca un doloroso lamento que el monarca no
supo interpretar. Para su desolación, no volvió a verla. La buscó por todos los
rincones de la Catedral, en vano. Un día, resuelto a hablar con ella, se acercó
hasta su casa, que halló desventrada. Un vecino que pasaba por allí informó de
que en aquel lugar no moraba nadie; que lo había hecho una familia, pero que
había perecido años atrás por la peste negra. Aquel día, el rey ordenó al
relojero del templo que construyera una figura que exhalara un lamento similar
al que escuchó de aquella fantasmal amada.
El Papamoscas forma parte de la memoria colectiva de los
burgaleses. Un espléndido semanario llevó ese nombre en la cabecera. Y son
muchas las coplillas populares que lo citan. Quédense con ésta: Hay cosas en
Burgos/Dignas de admirar/ Que envidia la Corte/ Y el mismo Escorial./ Lo más
renombrado/ De nuestra ciudad/ Es el Papamoscas De la Catedral./ Si bajas a
Burgos/ No dejes de ir,/ Que yo te aseguro/ Que te has de reír;/ Es un hombre
viejo/ Que está en un rincón/ Y que abre la boca/ Cuando da el reloj:/ Si
entras por la puerta/ Puerta principal,/ Enfrente la pila/ Te lo encontrarás./
No es el Papamoscas/ Quien arriba está/, Sino el que mirando/ Se suele
embobar...
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