miércoles, 25 de mayo de 2011

EL AZOR COMÚN


Siempre he admirado al azor por su poderío y belleza, pero también por el simbolismo de una portentosa rapaz forestal a la que una legendaria historia relaciona con el nacimiento de Castilla. Como cuenta con toda la épica del momento el Poema de Fernán González, el “buen conde” logró la independencia de Castilla al venderle al rey leonés Sancho el Craso tan magnífico pájaro. Le entregó ave y caballo por una cantidad irrisoria, pero advirtiéndole que por cada día que pasara debería doblar la cifra. El rey Sancho olvidó la deuda y cuando, siete años después, quiso pagarle, la cifra era exorbitante, así que a cambio aceptó a conceder la independencia al rebelde condado castellano.

Pero eso es historia. La realidad actual es que el azor se ha recuperado de la persecución que durante siglos hicieron de él cetreros, cazadores y pajareros varios en una Castilla terriblemente deforestada donde le era difícil encontrar territorio. Por suerte, en las últimas décadas sus poblaciones han mejorado. Los bosques van a más, los pueblos a menos, y esta prodigiosa ave rapaz ha sabido prosperar a costa de nuestro abandono del campo y, también hay que reconocerlo, gracias a nuestro mayor respeto por la naturaleza.

Para Félix Rodríguez de la Fuente el azor era, de entre todas las criaturas vivientes, “la belleza entera“. Y tenía razón. Bello, eficaz, rápido… y contorsionista. Adaptado como pocos a volar con toda potencia por entre el laberinto de los bosques detrás de las aves que son sus presas principales, es capaz de realizar mil y una cabriolas en el aire con tal de no perder la precisión de su caza. Por pequeño y retorcido que sea el espacio nada le detiene.
Crónica verde.

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