Gallinejas: qué son, ¿dan asco?, por qué entusiasman en
Madrid y dónde comer las mejores
Todo lo que siempre quisiste saber (o lo que nunca te
planteaste) sobre uno de los platos más castizos de la Villa en el día de San
Isidro, patrón capitalino.
Estas son las gallinejas que prepara Gabino Domingo en la
mítica Freiduría de Gallinejas de la calle Embajadores. Nada menos que 65 años
lleva esta casa preparando este plato tan castizo. Y no tiene tan mala pinta
¿no?
“No se puede saber lo que son las gallinejas; no se logrará
saber, aunque las probemos, ni aunque las clasifique y nos explique lo que son
un dueño de carnicería”. Lo decía el ingenioso y callejero Gómez de la Serna en
sus Nostalgias de Madrid (1955), aunque nosotros, qué osadía, lo vamos a poner
en duda.
Qué demonios son las gallinejas
No le faltaba razón a este grande de las letras, y es que la
definición oficial nunca ha estado exenta de polémica. Según la RAE, ahora, las
gallinejas son las “tripas fritas de cordero o de cabrito, y que antes
procedían de otros animales, que constituyen un plato popular de Madrid”.
Esto es ahora, repetimos. Hasta hace cuatro años se
explicaban como "tripas fritas de gallina" porque es de lo que se
hacían originariamente, de ahí su nombre.
Gabino Domingo batalló con la Academia para este cambio. Se
ha pasado la vida al frente de la freiduría más mítica de la capital (65 años
en activo nada menos), la del número 84 de la calle Embajadores (el bar no se
puede llamar de forma más clara: Freiduría de Gallinejas) y es toda una
eminencia gallinejera. No hay experto mayor en su definición. Tanto, que hasta
la escribió en verso:
“¿Qué son las gallinejas? Preguntaba una paisana, y le dijo
con gracia una vecina: ‘Mira chica, no hay comida en Madrid tan rica y castiza
y con tan buenos sabores como las gallinejas que sirven en la calle de
Embajadores”.
Ya en prosa, Gabinio Domingo es claro y conciso: “Las
gallinejas son el intestino delgado del cordero (mejor lechal). Suelen llevar
trocitos de entresijos, que son el mesenterio del animal”. En cristiano, el
mesenterio es lo que mantiene y une los intestinos dentro de la cavidad
abdominal. O sea, el entresijo es parte de la gallineja. Y lo usual es
servirlos juntos, fritos en su propio sebo, no en aceite. Primera duda
aclarada.
Gabino no solo les ha dedicado un poema, porque él es
prolífico escritor. Tiene hasta un libro, Las gallinejas, dedicado al plato más
castizo de la Villa, cuyo aroma invade estos días, con mejor o peor fortuna,
los aledaños de la Pradera de San Isidro.
Cómo surgió con alimento típicamente madrileño
“El origen de esta comida está íntimamente ligado a la
carencia y la escasez”, relata en sus páginas Gabino Domingo junto a David
Sanz. Eran los despojos, de lo que fuera (también de la gallina, de ahí su
nombre), seguro que no solo de los seis tiernos lechales (¡seis!) que hacen
falta hoy para una sola ración. Estos restos se ofrecían desde mediados del
siglo XIX en el antiguo matadero de Puerta de Toledo (centro de Madrid) a
quienes se acercaban a pedir algo que echarse a la boca.
La necesidad acabó por convertirse en oportunidad y, como
aquello resultó que estaba bueno, era contundente y alimentaba con creces,
cuando se construyó el nuevo matadero de Legazpi empezó a regularse su venta a
través de licencias (“suertes”) otorgadas a mujeres que las vendían después en
los barrios obreros. De una de esas suertes viene la freiduría de Gabino, ya
con el cordero como estrella por ese inconfundible sabor a su grasita.
Consultamos con una experta en nutrición para confirmar que
no podemos comer gallinejas todos los días, pero no pasa nada por atizarse unas
de cuando en cuando. La médica nutricionista del estudio de Paz Herrera, Julia
E. Almoguera Montero, comenta su alto aporte energético: “100 gramos de
gallinejas suponen 233 calorías, con un valor nutricional de 20,30 gramos de
grasas, 12,50 de proteínas y prácticamente cero hidratos de carbono”. ¡Ojo con
el colesterol, pues!
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